La misteriosa existencia de una gran escritor.
"...LITERATURA: J.D. SALINGER
El escritor de la brevedad sustancial
El sello Edhasa reeditar? la breve pero intensa obra que J.D. Salinger escribi? hasta que decidi? retirarse a su ermita de New Hampshire, en 1963. A los 85 a?os, dispara su fusil a quien ose molestarlo. Pero, dicen, todav?a escribe todos los d?as.
FLAVIA COSTA.
Si queda a?n alg?n aficionado a la lectura, de ?sos que leen y siguen. Y ese aficionado est? dispuesto a tomar en serio a un escritor, acaso su escritor favorito, y a sus escritos. Y si ese escritor se llama J.D. Salinger, y desde 1953 no quiere aparecer por nada del mundo en ninguna parte, ni en las solapas de sus libros, ni en fotograf?as, ni en entrevistas, y defiende esa intimidad a punta de fusil desde una caba?a inexpugnable del inexpugnable estado de New Hampshire, Estados Unidos. Y si finalmente el lector supiera ?es un lector casi fan?tico? que la obra de su escritor favorito tiene relaci?n directa con su biograf?a, y por lo tanto desentra?ar una y la otra son parte de una misma trama narrativa, moral y metaf?sica, para decirlo con palabras quiz? pomposas pero verdaderas, dec?a, ese lector incondicional, ?se atrever?a a escribir una biograf?a de cierta densidad sobre su escritor sin sentirse un pat?n, un traidor imperdonable? Y m?s importante: ?podr?a responder por qu?, a cuarenta a?os de que su escritor no publica una l?nea (se dice que tiene quince t?tulos escondidos), sigue siendo idolatrado por sus lectores, en quienes provoca la hipn?tica y difusa esperanza de que aquellos textos in?ditos vean la luz?
Primera prueba del encantamiento: su novela El guardi?n entre el centeno lleva vendidos desde entonces m?s de 60 millones de ejemplares en todo el mundo desde su publicaci?n en 1951. En 2002, s?lo en los Estados Unidos, vendi? 521 mil, y es en su pa?s el segundo best-seller de calidad de un escritor del siglo XX. Famosa es, por otro lado, la an?cdota de que Mark Chapman llevaba consigo un ejemplar de este libro cuando asesin? a John Lennon en diciembre de 1980. En su momento hubo un largo y sesudo debate sobre el caso: la novela lleg? a asociarse con el satanismo y est? prohibida en algunas escuelas norteamericanas; en el resto es lectura obligatoria.
Semejante inter?s no es s?lo un fen?meno estadounidense. De hecho en estos d?as, el sello Edhasa anunci? que en el primer semestre de 2004 editar? la obra completa de Salinger (la ya conocida en castellano). La idea es devolver a las librer?as cuatro cl?sicos hoy agotados que, seg?n la percepci?n del m?s sereno de los editores, no deber?an faltar en una librer?a razonable.
Con respecto a la pregunta que formul?bamos al principio, la de qui?n se atreve a biografiar a J.D., cabe decir que en estos a?os se enfrentaron a ella cientos de lectores devenidos escritores gracias, entre otras cosas, al impulso de Salinger; a su contagiosa, casi vir?sica religi?n de la literatura. Sin embargo no son tantos los que se atrevieron desafiar al jefe de los Comanches. Lo intent? hace diez a?os un autor llamado Ian Hamilton, pero Salinger le hizo dos veces juicio, y los gan?. Para poder publicar su libro, el hombre tuvo que reescribirlo en dos oportunidades. ?La raz?n? Unas cartas que Hamilton encontr? en el archivo de la universidad de Texas. Salinger logr? impedir que las citara y luego que siquiera las parafraseara.
Tambi?n lo hab?a intentado mucho antes Warren French y a?os despu?s Peter Alexander. Los tres cuentan casi lo mismo: que Salinger era hijo de un pr?spero importador de quesos del Upper East Side de Manhattan, que estudi? en una escuela militar, obtuvo calificaciones fam?licas y se neg? a trabajar en la empresa familiar. Quer?a ser actor, o escritor. Estuvo en la Segunda Guerra, particip? en el desembarco en Normand?a y, seg?n su hija, fue uno de los primeros soldados estadounidenses en llegar a los campos de exterminio nazi. Cuando regres? de Europa sigui? escribiendo. En 1951, despu?s de varios a?os de esfuerzos visibles para ser famoso, y cuando estaba comenzando a serlo en grande, de pronto decidi? recluirse y ya nadie m?s lo vio.
El mayor misterio del eremita sigue estando, no obstante, en sus libros. Un rasgo destacado de la obra de Salinger es su lac?nica econom?a, y ?en un c?modo segundo lugar, aunque tiene su importancia? su potencial car?cter de punta de iceberg de "algo mayor" que quiz? nunca conoceremos. Cuando se habla de la obra de Salinger, se habla s?lo de aquella parte de su producci?n que ?l legitim? en la edici?n y las constantes reediciones, y que consiste, b?sicamente, en cuatro vol?menes de historias publicadas en The New Yorker: El guardi?n entre el centeno (traducida al castellano tambi?n como El cazador oculto), su novela m?s extensa; los Nueve cuentos, editados en 1953; Franny y Zooey, de 1962, compuesto por dos novelas breves que The New Yorker public? en 1955 y 1957 respectivamente; y Levantad carpinteros la viga maestra que, junto a "Seymour: Una Introducci?n", apareci? como libro en 1963.
Tenemos hasta aqu? (a) la gran novela de iniciaci?n norteamericana de la posguerra: la historia de Holden Caulfield, protagonista de El guardi?n. Y tenemos tambi?n el ciclo de los siete hermanos Glass, que se cuenta en Franny and Zooey (ellos son los dos hermanos menores), en Levantad carpinteros (contado por Buddy, segundo hermano y alter ego de Salinger), y en dos, acaso tres, de los Nueve cuentos: "Un d?a perfecto para el pez banana" (donde se narra el suicidio del hermano mayor, esa especie de genio asesor y santo port?til de la familia llamado Seymour), "En el bote" (protagonizado por la tercera hermana, Beatrice o Boo Boo) y "El hombre que r?e", posiblemente protagonizado por Buddy a la edad de ocho a?os.
Existe un quinto texto, Hapworth 16, 1924, que fue publicado en The New Yorker en 1965; su narrador es Seymour a los siete a?os. Se hicieron dos ediciones piratas que fueron r?pidamente sacadas de circulaci?n por orden del juez. Varias veces en los ?ltimos a?os se anunci? que al fin saldr?a en volumen, autorizado por J.D., pero hasta ahora, nada.
Existen otros relatos sueltos, nunca traducidos al castellano (Salinger controla como mast?n aun los derechos de traducci?n), que tienen cierta restringida circulaci?n gracias a las hemerotecas universitarias de los EE.UU.. Si vale la pena mencionarlos es porque agregan una tercera serie: la saga del soldado Babe Gladwaller. Este personaje, apenas modificado, reaparece como el Sargento X de "Para Esm?, con amor y sordidez", uno de los m?s conmovedores y autobiogr?ficos de los Nueve cuentos. Es probable que haya sido el mismo Salinger quien no regres? de la guerra con "todas sus fa-cul-ta-des intactas". Y est?n los otros, los textos fantasmales que J.D. habr?a escrito en estas d?cadas de ermita?o, cuya existencia se desea m?s que se deduce.
Esto es todo. En conjunto, un corpus breve pero sustancioso. El caso m?s o menos t?pico del autor de una obra concisa pero de enorme impacto, que tiene el poco frecuente m?rito de haber fundado en pocos cientos de p?ginas una voz, un mundo propio, una entera cultura. Como destaca Rodrigo Fres?n, salingeriano irredimible y uno de sus principales fogoneros en la Argentina en los 80 y 90: "Un rasgo importante de sus textos, lo que en su momento fue novedoso para m?, fue el desaf?o de crear todo un mundo propio a partir de los Glass. La idea de que una de las responsabilidades del escritor es inventar todo un ecosistema que lo contenga tanto a ?l como a sus criaturas y a su lector ideal. Como tambi?n el que su literatura exista m?s en funci?n de sus lectores que de sus colegas. Salinger 'ataca' al lector y lo ilumina y, cuando quiere darse cuenta, en muchos casos, ese lector est? terminalmente enfermo: ahora quiere escribir para transmitir el mandato y propagar la plaga".
La de Salinger es una prosa impecable, zumbona sin ser arrogante, tersamente coloquial. El suyo es un universo de t?picos y personajes m?s o menos intercambiables; un elenco restringido de caracteres que transmigran de relato en relato, cambiando a veces de nombre pero no de atributos: el hermano mayor, el sabio protector y maestro, puede llamarse Vincent Caulfield o Seymour Glass. La ni?a encantadora y maravillosamente cuerda puede ser Franny, Esm? o Mattie (la hermanita de Gladwaller). El artista m?rtir, el hermano muerto, la belleza perversa tambi?n bailotean entre las p?ginas como miembros de un clan invisible pero de maneras rigurosas.
De todos los relatos, El guardi?n entre el centeno representa ?lo dice Luis Gusm?n en estas p?ginas? el nombre propio, la peculiar experiencia de la intimidad literaria en medio de (y gracias a) la sociedad de consumo y la cultura de masas. Inaugura un "yo" que habla en secreto a un "vos" y establece, entre ambos, una complicidad indestructible. Aquella primera frase: "Si en serio quer?s que te cuente, lo primero que vas a querer saber es d?nde nac?, y c?mo fue mi jodida infancia, y qu? hac?an mis padres antes de tenerme y todo, toda esa mierda bien David Copperfield, pero la verdad es que no tengo ganas de entrar a hablar de eso", es una declaraci?n de principios: nosotros, vos y yo, lector y escritor, somos ?se dir?a aqu? del mismo palo. Ellos, los phony, los vulgares, truchos, insinceros, hip?critas, snob y artificiales, son el otro radical e intolerable. No importa que esa intimidad sea compartida por millones de lectores que se creen todos apelados como seres ?nicos: al contrario, ?se es el truco. Efecto paradojal y calculado de la mass-culture: el primer?simo primer plano, la mirada a c?mara del conductor de TV, la ca?da de ojos de la estrella de cine, el susurro sibilante de la voz del gal?n radiof?nico son la ret?rica erotizante que permite hablar a un ustedes masivo y an?nimo como si fuera un vos ?ntimo y singular.
Con Holden Caulfield, ese muchacho que se fuga un fin de semana en busca de la iluminaci?n en Nueva York, Salinger obr? ese milagro. Quiz? no es un hecho menor que, tal como el propio J.D. admite en 1941 en una carta a su amiga Elizabeth Murray, el chico Caulfield es un retrato de ?l mismo cuando ten?a esa edad. (Esa carta, una de las que Hamilton no pudo publicar pero que s? cuenta con detalle, muestra a un Salinger inmaduro y ambicioso: seg?n su bi?grafo, es un muchacho callado, t?mido, solitario, pero tambi?n fanfarr?n y "convencido de haber sido ordenado para un alto sacerdocio literario").
Pero as? como hay varios Salinger (Fres?n dice que hay al menos tres: el Salinger 'para todos', el de El guardi?n; el Salinger para fans y adoradores: el de "Un d?a perfecto para el pez banana"; y el Salinger para Salinger: el solipsista de "Seymour: Una Introducci?n"), tambi?n hay varios lectores. Al menos, claramente dos: el adorador de Holden Caulfield, el adolescente rebelde que denuncia el universo falso de los adultos. Y el devoto de los Glass, los siete ni?os adultizados que tratan a la humanidad toda como si se tratara de sus propios hijos.
No es impensable que la de los Glass sea la posici?n espiritual que adopta Salinger-Caulfield una vez que se decide a atravesar ese "mundo falso" de los adultos y, mediante un tr?nsito literario, m?stico e intelectual, se coloca m?s all? de la l?nea del peligro. Por complexi?n an?mica, digamos, siempre est? un poco al costado del mundo, pero poco a poco se humaniza: el sarcasmo ingenioso y burl?n deja paso a una combinaci?n paternal de escatolog?a zen y pietismo cristiano. La par?bola que los textos trazan en conjunto es la de una iniciaci?n interior para sabelotodos.
De all? que la familia Glass resulta, en cierta medida, la m?s intensa y salingeriana de las criaturas de J.D.. Los Glass encarnan creencias y lecturas del autor: una mezcla de Uspanisads del hinduismo, Maester Eckhart, Max M?ller, Lao Ts? combinado con Kafka, Kierkegaard, Tolstoi y Dostoievski. Un vitalismo trascendental, una doctrina ?tica y est?tica que se sintetiza en las palabras que Buddy le escribe a Zooey, el ni?o que ha "nacido para actuar" pero debe enfrentar para eso el deseo de su madre, ella misma ex artista de vodevil: "Act?a, Zachary Martin Glass, cuando y donde quieras ?escribe Buddy?, puesto que crees que debes hacerlo, pero hazlo con todas las fuerzas. Si haces cualquier cosa que sea hermosa en un escenario, algo indefinible que produzca un goce, algo que est? por encima y m?s all? del ingenio y la t?cnica teatral, S. y yo alquilaremos smokings y sombreros de copa y te esperaremos solemnemente en la salida de actores con ramilletes de boca de drag?n".
Los cuentos de Salinger fueron bien saludados en Estados Unidos desde sus comienzos. A fines de los a?os 30, publicar en Esquire o The New Yorker era, inclusive para un muchacho cultivado como Jerry Salinger, el s?mum de la sofisticaci?n. Y pasada la guerra, a comienzos de los 50, su nombre fue r?pidamente integrado al equipo de los narradores sobrios, elegantes y un poco c?usticos del New Yorker. William Faulkner lo se?al? como uno de los mejores de su generaci?n y Scott Fitzgerald lo celebr? p?blicamente como su sucesor (as? como Norman Mailer estaba llamado a reemplazar a Hemingway y Gore Vidal, a John Marquand).
Tambi?n en la Argentina tuvo una entusiasta y casi simult?nea recepci?n: varios autores de la generaci?n de los 60 recuerdan la importancia que tuvo en alg?n momento la historia de Holden Caulfield en la formaci?n literaria de Miguel Briante, Ricardo Piglia, Luis Gusm?n o Germ?n Garc?a, entre muchos otros. Se lo consideraba, junto a Updike, Vidal, Truman Capote, el continuador natural de Faulkner, Dos Passos, Fitzgerald o Hemingway.
Pero algo misterioso sucedi? a partir de un momento. Quiero decir, adem?s de su misantrop?a, que en definitiva no era un hecho tan misterioso como estrafalario, tal vez un poco demasiado hist?rico. De un momento a otro, pas? de ni?o mimado a ser un escritor "dentro de sus l?mites, interesante", como lo juzg? John Updike en su cr?tica a Franny y Zooey. Truman Capote dej? correr la voz de que realmente hab?a escrito ya unos cuantos otros libros, pero que hab?an sido rechazados por su editor. "Es un muerto literario", afirm?.
El mayor golpe lo asest? Mary McCarthy, en un conocido art?culo para Harper's. Lo compar? con Hemingway pero no por una buena raz?n: dijo que ambos "miran el mundo en t?rminos de aliados y enemigos (.) El guardi?n entre el centeno est? basado en un esquema de exclusiones: los personajes se dividen entre quienes pertenecen al club y quienes no". En general, caracteriz? la obra de Salinger como "narcicista y conservadora".
En la Argentina, el papel del desacralizador estuvo a cargo de Jaime Rest. En el n?mero 5 de Punto de vista (1979), el que fuera profesor adjunto de Borges escribi? una cr?tica peque?a y desarmante donde dec?a que en los textos de Salinger "ninguna palabra est? fuera de lugar, como tampoco lo est? ninguno de los atuendos que exhiben los modelos en los anuncios comerciales". Rest desconfiaba del espiritualismo "a la moda" y los ataques neurast?nicos de sus personajes. Y finalizaba su art?culo diciendo que sus admiradores "exageran estrepitosamente sus m?ritos compar?ndolo al excepcional e incorporable Mark Twain, y al m?s modesto pero sin duda notable Fitzgerald".
Quiz? fue un efecto de saturaci?n: demasiado ?xito para demasiados pocos textos. Quiz? fue su carencia completa de cr?ditos acad?micos. Quiz? no le perdonaron su "juvenilismo" ni su falta de compromiso en causas sociales y pol?ticas como la guerra de Vietnam, o tal vez fue el precio que Jerry Salinger pag? por su propia educaci?n espiritual. Sea como sea, hubo que esperar a los 90 para que se lo volviera a reconocer entre los verdaderamente buenos del siglo XX. Cuando cumpli? 80 a?os, The New York Times y The New York Review of Books le dedicaron sendos homenajes y la rueda volvi? a comenzar.
El escritor Juan Forn, ?l tambi?n un lector ?vido y un difusor generoso de Salinger en las ?ltimas dos d?cadas, comenta que "ciertos libros, le?dos en cierto momento, convierten a sus lectores en miembros de una suerte de secta secreta. Eso pasa con los libros de Salinger, como con los de Julio Cort?zar o Henry Miller. Mucho m?s cuando el personaje est? rodeado de un mito tan potente. Ahora, cuando se desmigaja el mito, queda la literatura. En este caso, una mezcla artesanal, bien controlada, de pathos, emoci?n, dominio endemoniado de la t?cnica y una emocionalidad descarada que, por su sola falta de escr?pulos, es simplemente asombrosa".
Dicen que Jerry sigue escribiendo todos los d?as, inclusive hoy, a sus 85 a?os reci?n cumplidos. Debe ser algo digno de leerse, si no le perdi? la mano.
Foto: montaje con un par de las pocas fotografias conocidas del autor.
Salinger b?sico
NUEVA YORK, 1919. ESCRITOR.
Tres partes tiene la vida de Jerome David Salinger. La primera muestra a un adolescente enfrentado con su padre, un rico empresario jud?o que quer?a convertirlo en su sucesor. El cierre de la etapa lo da la Segunda Guerra, donde ve morir a decenas de sus compa?eros en Normand?a. La segunda fase es literaria, en la que el nombre de Salinger es inseparable de la novela corta de 1951 "El guardi?n entre el centeno" y la saga de la familia Glass: "Franny y Zooey" (1961), "Levantad, carpinteros, la viga maestra" y "Seymour: Una introducci?n" (de 1963). Varios de sus "Nueve cuentos" (1953) est?n entre los mejores de la producci?n literaria norteamericana. Y la etapa final ?que contin?a hasta hoy? se inicia en 1965, cuando se aparta del mundo (no da reportajes ni acepta fotos) y deja de publicar, aunque sigue escribiendo.
ME PARECE
La iniciaci?n
LUIS GUSMAN. ESCRITOR
En una ?poca, la literatura le daba nombre a las personas. Basta citar Cien a?os de soledad, que nos permiti? distinguir a los aurelianos y las amarantas. Es probable que los lectores extra?en esos personajes que con su nombre propio decid?an no s?lo un modo de vivir, sino de morir. Ante determinado acto, alguien pod?a decir: "me siento un Raskolnikov". La literatura argentina no abunda en ejemplos as?, aunque est?n Erdosain y, forzando el argumento, Funes. En los 60, la Maga de Cort?zar se inscrib?a en un modo de vivir. Este breve recordatorio cumple la funci?n de introducir a Holden Caulfield, protagonista de El Cazador oculto. Sin duda, la experiencia de Holden es una visi?n del mundo.
Es posible que El Cazador atrape siempre a los j?venes lectores por su car?cter de novela de iniciaci?n. Holden tiene un aire de h?roe tragic?mico sin perder por ello cierto tono ?pico. S?lo los j?venes conocen momentos as?. Y el humor ?cido del personaje registra esos momentos exagerados tanto en el entusiasmo como en el desencanto. El libro est? en la tradici?n de esas novelas de iniciaci?n donde la educaci?n del adolescente es un tema a tener en cuenta por la sociedad, por la familia y por ?l mismo. En esa l?nea se inscriben las vicisitudes de Jakob Von Gunten, de Walser, y las Tribulaciones del estudiante T?rless, de Musil, donde un interno se suicida.
En El cazador, el drama se desarrolla en el colegio Pencey, de Pennsylvania, que desde 1888 viene moldeando j?venes y los convierte en hombres brillantes. Holden se burla de las bondades de una instituci?n que busca garantizar un porvenir. En la novel?stica norteamericana se podr?a armar un circuito que va desde Gatsby a Quentin Compson a partir de la influencia que ejerce "la vida claustral".
Holden nos sumerge en un mundo donde el misterio es iniciaci?n. Nos recuerda que tambi?n para los hombres perder la virginidad es algo dram?tico. Y que con la sexualidad comienzan los malentendidos. "El sexo es lo que no se entiende", exclama perplejo Holden. Y ese malentendido produce su modo de hablar, hacer chistes y cuestionar el mundo adulto hasta la injuria.
EL PERSONAJE OCULTO
Veleidades de un escritor de clausura
Es un poco desconcertante, pero prueben imaginarlo: si Holden Caulfield viviera hoy, tendr?a 69 a?os. Tanto o m?s desconcertante es evocar el misterio alrededor de Jerome David Salinger, su autor y alter ego, a quien la fama ?una fama buscada, seg?n han podido reconstruir sus laboriosos y sufridos bi?grafos? que le depar? ese primer libro le provoc? semejante n?usea que hoy, 51 a?os despu?s, todav?a le dura.
Pero empecemos desde el principio. Salinger naci? el primer d?a del a?o 1919, hijo de madre irlandesa llamada Mar?a que hab?a sido actriz y que cambi? su nombre por el de Miriam cuando se cas? con Solomon. Sol era un jud?o importador de quesos. La familia viv?a en un hermoso apatamento del Upper East Side de Manhattan, y recib?an cada tanto la visita de los Hermanos Marx.
El joven Jerry no era un gran estudiante, pero s? seguramente precoz. Quiz? para diciplinarlo ?si bien Jerry ten?a clara inclinaci?n al teatro y la literatura?, sus padres lo mandaron a un colegio militar, el Valley Forge, donde obtuvo calificaciones fam?licas. Pero no perdi? el tiempo y aprovech? para tomar notas mentales (Valley Forge es el modelo de Pencey, el colegio de Holden Caulfield). Cuando termin?, Sol le propuso a su hijo trabajar en la empresa familiar y lo mand? de viaje a Austria y Polonia para aprender el negocio. Jerry fue, pas? cinco meses en Europa, pero se neg? a trabajar con Sol. De regreso, en 1938, coquete? un tiempo con el teatro pero se inclin? definitivamente por la literatura. Seg?n la descripci?n de su bi?grafo Ian Hamilton, J.D. era entonces un muchacho con aire de indulgente superioridad, enteramente convencido de su destino de escritor. Empez? a publicar en "Esquire" y "The New Yorker" espor?dicamente y se anot? en Ursinus College, de Pennsylvania, esperando ganar tiempo ante su familia. En la revista del campus escrib?a cr?ticas de cine (detestaba a Shirley Temple; admiraba a Mickey Roonie), y practicaba el tono Caulfield: "Cuando haces una cosa demasiado bien, al cabo de un tiempo si te descuidas, empiezas a alardear de ello". Por esa ?poca sali? con Oona O'Neill, la hija del dramaturgo Eugene O'Neill y una belleza famosa (con su amiga Gloria Vanderbilt, hac?an un d?o de beldades brillantes). Cuando la chica, poco despu?s, contrajo matrimonio con Charles Chaplin (entonces, de 54 a?os), J.D. se deprimi?. Se alist? voluntariamente en el ej?rcito durante la Segunda Guerra, en inteligencia. Particip? en el desembarco en Normand?a y, seg?n comenta su hija Peggy en "Dream Catcher" (su libro de memorias, bastante amargas, sobre la vida con su padre), J.D. tuvo que interrogar a agentes de la Gestapo. La experiencia de la guerra lo afect? mucho. Contrajo matrimonio con una m?dica francesa, con quien ?aseguraba? ten?a una fuerte relaci?n telep?tica?. Duraron 8 meses.
De regreso a los Estados Unidos, al fin lleg? su hora. Empez? a publicar regularmente relatos en "The New Yorker" (pagaban ?dos mil d?lares! por relato), e integraba el n?celo de los escritores relevantes de su generaci?n. En 1951, sus esfuerzos por ser un profesional de la escritura daban resultados visibles. Se public? en libro "El guardi?n entre el centeno" y en seguida fue un suceso. Al a?o siguiente, J.D. confes? en una entrevista que estaba muy contento porque el ?xito de la historia de Caulfield empezara a decrecer. Error: el suceso de la novela se sostuvo en un promedio de 250 mil ejemplares anuales. En 1968 fue proclamado uno de los 25 libros m?s vendidos desde 1895.
Algo de todo esto hizo explosi?n en Salinger, quien a fines de ese mismo a?o se llam? a silencio. S?ndrome de Rimbaud, impulso Bartleby y tambi?n pol?tica del ?xodo, como dir?an hoy los militantes autonomistas; s?lo que la defecci?n no es del Estado sino, primero y sobre todo, del mercado y los medios de comunicaci?n, de la fama, la mediocracia y el star system. El discurso espiritualista es s?lo el color m?s bien ocasional del ant?doto contra el sinsentido, la falsedad y la siniestra "normalidad" que debe haber sentido Salinger en la pax americana de los a?os 50.
Veamos la secuencia de cerca. Corre 1952. Salinger le recomienda a su editor brit?nico que trate de editar a Sri Ramakrishna. Falta una d?cada para la explosi?n orientalista de la Costa Oeste y hace apenas cuatro a?os que el primer texto de Suzuki se tradujo al ingl?s. Cuando Salinger abraza la religi?n de Oriente, por llamarla de alg?n modo, a?n no era moda. Desde su regreso de la guerra, ?l estaba buscando "poder decir algo de verdad". En el invierno de 1952-53, estaba trabajando en "Teddy", un relato de los "Nueve cuentos" sobre un ni?o "iluminado" de fe reencarnacionista. Esa misma temporada se busc? un refugio en Nueva Inglaterra. Lo encontr? en Cornish, New Hampshire y se mud? el d?a de su cumplea?os de 1953. Hab?a encontrado un hogar.
Desde aqu? en m?s, la historia es brev?sima y se conoce apenas por dichos. Jerry permanece oculto y dispara perdigones a quien se quiera meter en su peque?o mundo privado. Vegetariano, fan?tico de la medicina homeop?tica, se dice que fue un espor?dico adepto de la iglesia de la cientolog?a. Le gustan las jovencitas. A una de ellas, una estudiante de 19 a?os que hab?a publicado un buen cuento, le escribi? en 1970 una carta aconsej?ndole no ceder a los atractivos peligros de la fama. Ella ?se llamaba Joyce Maynard? se fue a vivir con ?l, y permaneci? nueve meses. Treinta y pocos a?os despu?s, juzg? que la vida pod?a convertirse tambi?n en dinero y escribi? sus memorias, y vendi? sus cartas, y obtuvo el dinero que necesitaba para mandar a sus tres hijos a la universidad. Jerry, en tanto, sigue all?, inexpugnable: se dice que es un televidente entusiasta (era fan de Dinast?a) y que escribe todos los d?as. Que tiene una quincena de novelas sobre la saga de los Glass sin publicar y que no piensa darlas a conocer.
Curioso: desde los 44 y hasta los 85 a?os reci?n cumplidos el pasado 1? de enero, Salinger devino el m?s afamado literato de clausura que conoci? la sociedad del espect?culo. No el m?s esquivo. Thomas Pynchon le gana, porque no se dej? fotografiar jam?s y porque en vez de retirarse a un refugio en la agreste colina ?y convertirse as? en un blanco m?s atrayente que una taza de miel para las moscas?, decidi? no salir jam?s del laberinto intrincado de Nueva York y se volvi? inhallable. Aun as?, alguna fibra ?ntima de Jerry Salinger debe sonre?r por su doble triunfo. F.C.
ME PARECE
El maestro oscuro y sutil
PABLO DE SANTIS. ESCRITOR
Recuerdo que el primer libro que compr? de Salinger fue Levantad, carpinteros, la viga maestra. Ten?a 16 a?os y lo encontr? en una librer?a escondida en una galer?a de Primera Junta. No sab?a qui?n era Salinger; el t?tulo me llam? la atenci?n, y tambi?n que no tuviera texto en la contratapa (m?s tarde me enterar?a de que ?sa era una de las tantas man?as del escritor). "Aunque parezca muy desordenado, creo que deber?a insertar aqu? un p?rrafo para responder a un par de preguntas embarazosas. En primer lugar ?por qu? segu?a sentado en el auto?" Esa fue la frase que le? y me conquist?, al punto de que a?n la recuerdo. Ese ligero desacomodamiento con respecto al mundo se extiende a todos sus protagonistas. El secreto de su escritura tal vez est? en la absoluta familiaridad con la que trata la absoluta extra?eza.
Aunque su personaje m?s conocido es Holden Caufield, protagonista de El guardi?n en el centeno, es Seymour Glass quien ocupa el centro de su narrativa. Tiene la misi?n de unir a trav?s de su investidura de enigma regiones distantes, y su delicado fantasma pasa de Levantad, carpinteros a Un d?a perfecto para el pez banana y a Franny y Zooey, los relatos dedicados a la familia Glass. Seymour es el maestro pero tambi?n el suicida; el que vive la historia pero tambi?n el que introduce la atemporalidad de los relatos zen; el hermano mayor pero tambi?n el ni?o eterno. Buena parte de la obra de Salinger es una meditaci?n sobre los mensajes que deja este maestro oscuro: inscripciones en el vidrio de un ba?o, cartas interminables o par?bolas orientales.
La constante apelaci?n de Salinger al lector es quiz? lo que m?s ha envejecido, y lo que m?s estragos ha hecho en el campo de la imitaci?n involuntaria. Por detr?s de esta facilidad de comunicaci?n, queda el Salinger m?s sutil. Prefiero, entre sus p?ginas, Levantad, carpinteros (el regreso de Buddy Glass de la frustrada boda de su hermano Seymour, que dej? plantada a la novia) y su extraordinario cuento El hombre que r?e, una melanc?lica reflexi?n sobre el arte de narrar y sobre el gobierno absoluto que algunos cuentos ejercen en la infancia..."
Fuente: Revista ?, Clarin.com
"...LITERATURA: J.D. SALINGER
El escritor de la brevedad sustancial
El sello Edhasa reeditar? la breve pero intensa obra que J.D. Salinger escribi? hasta que decidi? retirarse a su ermita de New Hampshire, en 1963. A los 85 a?os, dispara su fusil a quien ose molestarlo. Pero, dicen, todav?a escribe todos los d?as.
FLAVIA COSTA.
Si queda a?n alg?n aficionado a la lectura, de ?sos que leen y siguen. Y ese aficionado est? dispuesto a tomar en serio a un escritor, acaso su escritor favorito, y a sus escritos. Y si ese escritor se llama J.D. Salinger, y desde 1953 no quiere aparecer por nada del mundo en ninguna parte, ni en las solapas de sus libros, ni en fotograf?as, ni en entrevistas, y defiende esa intimidad a punta de fusil desde una caba?a inexpugnable del inexpugnable estado de New Hampshire, Estados Unidos. Y si finalmente el lector supiera ?es un lector casi fan?tico? que la obra de su escritor favorito tiene relaci?n directa con su biograf?a, y por lo tanto desentra?ar una y la otra son parte de una misma trama narrativa, moral y metaf?sica, para decirlo con palabras quiz? pomposas pero verdaderas, dec?a, ese lector incondicional, ?se atrever?a a escribir una biograf?a de cierta densidad sobre su escritor sin sentirse un pat?n, un traidor imperdonable? Y m?s importante: ?podr?a responder por qu?, a cuarenta a?os de que su escritor no publica una l?nea (se dice que tiene quince t?tulos escondidos), sigue siendo idolatrado por sus lectores, en quienes provoca la hipn?tica y difusa esperanza de que aquellos textos in?ditos vean la luz?
Primera prueba del encantamiento: su novela El guardi?n entre el centeno lleva vendidos desde entonces m?s de 60 millones de ejemplares en todo el mundo desde su publicaci?n en 1951. En 2002, s?lo en los Estados Unidos, vendi? 521 mil, y es en su pa?s el segundo best-seller de calidad de un escritor del siglo XX. Famosa es, por otro lado, la an?cdota de que Mark Chapman llevaba consigo un ejemplar de este libro cuando asesin? a John Lennon en diciembre de 1980. En su momento hubo un largo y sesudo debate sobre el caso: la novela lleg? a asociarse con el satanismo y est? prohibida en algunas escuelas norteamericanas; en el resto es lectura obligatoria.
Semejante inter?s no es s?lo un fen?meno estadounidense. De hecho en estos d?as, el sello Edhasa anunci? que en el primer semestre de 2004 editar? la obra completa de Salinger (la ya conocida en castellano). La idea es devolver a las librer?as cuatro cl?sicos hoy agotados que, seg?n la percepci?n del m?s sereno de los editores, no deber?an faltar en una librer?a razonable.
Con respecto a la pregunta que formul?bamos al principio, la de qui?n se atreve a biografiar a J.D., cabe decir que en estos a?os se enfrentaron a ella cientos de lectores devenidos escritores gracias, entre otras cosas, al impulso de Salinger; a su contagiosa, casi vir?sica religi?n de la literatura. Sin embargo no son tantos los que se atrevieron desafiar al jefe de los Comanches. Lo intent? hace diez a?os un autor llamado Ian Hamilton, pero Salinger le hizo dos veces juicio, y los gan?. Para poder publicar su libro, el hombre tuvo que reescribirlo en dos oportunidades. ?La raz?n? Unas cartas que Hamilton encontr? en el archivo de la universidad de Texas. Salinger logr? impedir que las citara y luego que siquiera las parafraseara.
Tambi?n lo hab?a intentado mucho antes Warren French y a?os despu?s Peter Alexander. Los tres cuentan casi lo mismo: que Salinger era hijo de un pr?spero importador de quesos del Upper East Side de Manhattan, que estudi? en una escuela militar, obtuvo calificaciones fam?licas y se neg? a trabajar en la empresa familiar. Quer?a ser actor, o escritor. Estuvo en la Segunda Guerra, particip? en el desembarco en Normand?a y, seg?n su hija, fue uno de los primeros soldados estadounidenses en llegar a los campos de exterminio nazi. Cuando regres? de Europa sigui? escribiendo. En 1951, despu?s de varios a?os de esfuerzos visibles para ser famoso, y cuando estaba comenzando a serlo en grande, de pronto decidi? recluirse y ya nadie m?s lo vio.
El mayor misterio del eremita sigue estando, no obstante, en sus libros. Un rasgo destacado de la obra de Salinger es su lac?nica econom?a, y ?en un c?modo segundo lugar, aunque tiene su importancia? su potencial car?cter de punta de iceberg de "algo mayor" que quiz? nunca conoceremos. Cuando se habla de la obra de Salinger, se habla s?lo de aquella parte de su producci?n que ?l legitim? en la edici?n y las constantes reediciones, y que consiste, b?sicamente, en cuatro vol?menes de historias publicadas en The New Yorker: El guardi?n entre el centeno (traducida al castellano tambi?n como El cazador oculto), su novela m?s extensa; los Nueve cuentos, editados en 1953; Franny y Zooey, de 1962, compuesto por dos novelas breves que The New Yorker public? en 1955 y 1957 respectivamente; y Levantad carpinteros la viga maestra que, junto a "Seymour: Una Introducci?n", apareci? como libro en 1963.
Tenemos hasta aqu? (a) la gran novela de iniciaci?n norteamericana de la posguerra: la historia de Holden Caulfield, protagonista de El guardi?n. Y tenemos tambi?n el ciclo de los siete hermanos Glass, que se cuenta en Franny and Zooey (ellos son los dos hermanos menores), en Levantad carpinteros (contado por Buddy, segundo hermano y alter ego de Salinger), y en dos, acaso tres, de los Nueve cuentos: "Un d?a perfecto para el pez banana" (donde se narra el suicidio del hermano mayor, esa especie de genio asesor y santo port?til de la familia llamado Seymour), "En el bote" (protagonizado por la tercera hermana, Beatrice o Boo Boo) y "El hombre que r?e", posiblemente protagonizado por Buddy a la edad de ocho a?os.
Existe un quinto texto, Hapworth 16, 1924, que fue publicado en The New Yorker en 1965; su narrador es Seymour a los siete a?os. Se hicieron dos ediciones piratas que fueron r?pidamente sacadas de circulaci?n por orden del juez. Varias veces en los ?ltimos a?os se anunci? que al fin saldr?a en volumen, autorizado por J.D., pero hasta ahora, nada.
Existen otros relatos sueltos, nunca traducidos al castellano (Salinger controla como mast?n aun los derechos de traducci?n), que tienen cierta restringida circulaci?n gracias a las hemerotecas universitarias de los EE.UU.. Si vale la pena mencionarlos es porque agregan una tercera serie: la saga del soldado Babe Gladwaller. Este personaje, apenas modificado, reaparece como el Sargento X de "Para Esm?, con amor y sordidez", uno de los m?s conmovedores y autobiogr?ficos de los Nueve cuentos. Es probable que haya sido el mismo Salinger quien no regres? de la guerra con "todas sus fa-cul-ta-des intactas". Y est?n los otros, los textos fantasmales que J.D. habr?a escrito en estas d?cadas de ermita?o, cuya existencia se desea m?s que se deduce.
Esto es todo. En conjunto, un corpus breve pero sustancioso. El caso m?s o menos t?pico del autor de una obra concisa pero de enorme impacto, que tiene el poco frecuente m?rito de haber fundado en pocos cientos de p?ginas una voz, un mundo propio, una entera cultura. Como destaca Rodrigo Fres?n, salingeriano irredimible y uno de sus principales fogoneros en la Argentina en los 80 y 90: "Un rasgo importante de sus textos, lo que en su momento fue novedoso para m?, fue el desaf?o de crear todo un mundo propio a partir de los Glass. La idea de que una de las responsabilidades del escritor es inventar todo un ecosistema que lo contenga tanto a ?l como a sus criaturas y a su lector ideal. Como tambi?n el que su literatura exista m?s en funci?n de sus lectores que de sus colegas. Salinger 'ataca' al lector y lo ilumina y, cuando quiere darse cuenta, en muchos casos, ese lector est? terminalmente enfermo: ahora quiere escribir para transmitir el mandato y propagar la plaga".
La de Salinger es una prosa impecable, zumbona sin ser arrogante, tersamente coloquial. El suyo es un universo de t?picos y personajes m?s o menos intercambiables; un elenco restringido de caracteres que transmigran de relato en relato, cambiando a veces de nombre pero no de atributos: el hermano mayor, el sabio protector y maestro, puede llamarse Vincent Caulfield o Seymour Glass. La ni?a encantadora y maravillosamente cuerda puede ser Franny, Esm? o Mattie (la hermanita de Gladwaller). El artista m?rtir, el hermano muerto, la belleza perversa tambi?n bailotean entre las p?ginas como miembros de un clan invisible pero de maneras rigurosas.
De todos los relatos, El guardi?n entre el centeno representa ?lo dice Luis Gusm?n en estas p?ginas? el nombre propio, la peculiar experiencia de la intimidad literaria en medio de (y gracias a) la sociedad de consumo y la cultura de masas. Inaugura un "yo" que habla en secreto a un "vos" y establece, entre ambos, una complicidad indestructible. Aquella primera frase: "Si en serio quer?s que te cuente, lo primero que vas a querer saber es d?nde nac?, y c?mo fue mi jodida infancia, y qu? hac?an mis padres antes de tenerme y todo, toda esa mierda bien David Copperfield, pero la verdad es que no tengo ganas de entrar a hablar de eso", es una declaraci?n de principios: nosotros, vos y yo, lector y escritor, somos ?se dir?a aqu? del mismo palo. Ellos, los phony, los vulgares, truchos, insinceros, hip?critas, snob y artificiales, son el otro radical e intolerable. No importa que esa intimidad sea compartida por millones de lectores que se creen todos apelados como seres ?nicos: al contrario, ?se es el truco. Efecto paradojal y calculado de la mass-culture: el primer?simo primer plano, la mirada a c?mara del conductor de TV, la ca?da de ojos de la estrella de cine, el susurro sibilante de la voz del gal?n radiof?nico son la ret?rica erotizante que permite hablar a un ustedes masivo y an?nimo como si fuera un vos ?ntimo y singular.
Con Holden Caulfield, ese muchacho que se fuga un fin de semana en busca de la iluminaci?n en Nueva York, Salinger obr? ese milagro. Quiz? no es un hecho menor que, tal como el propio J.D. admite en 1941 en una carta a su amiga Elizabeth Murray, el chico Caulfield es un retrato de ?l mismo cuando ten?a esa edad. (Esa carta, una de las que Hamilton no pudo publicar pero que s? cuenta con detalle, muestra a un Salinger inmaduro y ambicioso: seg?n su bi?grafo, es un muchacho callado, t?mido, solitario, pero tambi?n fanfarr?n y "convencido de haber sido ordenado para un alto sacerdocio literario").
Pero as? como hay varios Salinger (Fres?n dice que hay al menos tres: el Salinger 'para todos', el de El guardi?n; el Salinger para fans y adoradores: el de "Un d?a perfecto para el pez banana"; y el Salinger para Salinger: el solipsista de "Seymour: Una Introducci?n"), tambi?n hay varios lectores. Al menos, claramente dos: el adorador de Holden Caulfield, el adolescente rebelde que denuncia el universo falso de los adultos. Y el devoto de los Glass, los siete ni?os adultizados que tratan a la humanidad toda como si se tratara de sus propios hijos.
No es impensable que la de los Glass sea la posici?n espiritual que adopta Salinger-Caulfield una vez que se decide a atravesar ese "mundo falso" de los adultos y, mediante un tr?nsito literario, m?stico e intelectual, se coloca m?s all? de la l?nea del peligro. Por complexi?n an?mica, digamos, siempre est? un poco al costado del mundo, pero poco a poco se humaniza: el sarcasmo ingenioso y burl?n deja paso a una combinaci?n paternal de escatolog?a zen y pietismo cristiano. La par?bola que los textos trazan en conjunto es la de una iniciaci?n interior para sabelotodos.
De all? que la familia Glass resulta, en cierta medida, la m?s intensa y salingeriana de las criaturas de J.D.. Los Glass encarnan creencias y lecturas del autor: una mezcla de Uspanisads del hinduismo, Maester Eckhart, Max M?ller, Lao Ts? combinado con Kafka, Kierkegaard, Tolstoi y Dostoievski. Un vitalismo trascendental, una doctrina ?tica y est?tica que se sintetiza en las palabras que Buddy le escribe a Zooey, el ni?o que ha "nacido para actuar" pero debe enfrentar para eso el deseo de su madre, ella misma ex artista de vodevil: "Act?a, Zachary Martin Glass, cuando y donde quieras ?escribe Buddy?, puesto que crees que debes hacerlo, pero hazlo con todas las fuerzas. Si haces cualquier cosa que sea hermosa en un escenario, algo indefinible que produzca un goce, algo que est? por encima y m?s all? del ingenio y la t?cnica teatral, S. y yo alquilaremos smokings y sombreros de copa y te esperaremos solemnemente en la salida de actores con ramilletes de boca de drag?n".
Los cuentos de Salinger fueron bien saludados en Estados Unidos desde sus comienzos. A fines de los a?os 30, publicar en Esquire o The New Yorker era, inclusive para un muchacho cultivado como Jerry Salinger, el s?mum de la sofisticaci?n. Y pasada la guerra, a comienzos de los 50, su nombre fue r?pidamente integrado al equipo de los narradores sobrios, elegantes y un poco c?usticos del New Yorker. William Faulkner lo se?al? como uno de los mejores de su generaci?n y Scott Fitzgerald lo celebr? p?blicamente como su sucesor (as? como Norman Mailer estaba llamado a reemplazar a Hemingway y Gore Vidal, a John Marquand).
Tambi?n en la Argentina tuvo una entusiasta y casi simult?nea recepci?n: varios autores de la generaci?n de los 60 recuerdan la importancia que tuvo en alg?n momento la historia de Holden Caulfield en la formaci?n literaria de Miguel Briante, Ricardo Piglia, Luis Gusm?n o Germ?n Garc?a, entre muchos otros. Se lo consideraba, junto a Updike, Vidal, Truman Capote, el continuador natural de Faulkner, Dos Passos, Fitzgerald o Hemingway.
Pero algo misterioso sucedi? a partir de un momento. Quiero decir, adem?s de su misantrop?a, que en definitiva no era un hecho tan misterioso como estrafalario, tal vez un poco demasiado hist?rico. De un momento a otro, pas? de ni?o mimado a ser un escritor "dentro de sus l?mites, interesante", como lo juzg? John Updike en su cr?tica a Franny y Zooey. Truman Capote dej? correr la voz de que realmente hab?a escrito ya unos cuantos otros libros, pero que hab?an sido rechazados por su editor. "Es un muerto literario", afirm?.
El mayor golpe lo asest? Mary McCarthy, en un conocido art?culo para Harper's. Lo compar? con Hemingway pero no por una buena raz?n: dijo que ambos "miran el mundo en t?rminos de aliados y enemigos (.) El guardi?n entre el centeno est? basado en un esquema de exclusiones: los personajes se dividen entre quienes pertenecen al club y quienes no". En general, caracteriz? la obra de Salinger como "narcicista y conservadora".
En la Argentina, el papel del desacralizador estuvo a cargo de Jaime Rest. En el n?mero 5 de Punto de vista (1979), el que fuera profesor adjunto de Borges escribi? una cr?tica peque?a y desarmante donde dec?a que en los textos de Salinger "ninguna palabra est? fuera de lugar, como tampoco lo est? ninguno de los atuendos que exhiben los modelos en los anuncios comerciales". Rest desconfiaba del espiritualismo "a la moda" y los ataques neurast?nicos de sus personajes. Y finalizaba su art?culo diciendo que sus admiradores "exageran estrepitosamente sus m?ritos compar?ndolo al excepcional e incorporable Mark Twain, y al m?s modesto pero sin duda notable Fitzgerald".
Quiz? fue un efecto de saturaci?n: demasiado ?xito para demasiados pocos textos. Quiz? fue su carencia completa de cr?ditos acad?micos. Quiz? no le perdonaron su "juvenilismo" ni su falta de compromiso en causas sociales y pol?ticas como la guerra de Vietnam, o tal vez fue el precio que Jerry Salinger pag? por su propia educaci?n espiritual. Sea como sea, hubo que esperar a los 90 para que se lo volviera a reconocer entre los verdaderamente buenos del siglo XX. Cuando cumpli? 80 a?os, The New York Times y The New York Review of Books le dedicaron sendos homenajes y la rueda volvi? a comenzar.
El escritor Juan Forn, ?l tambi?n un lector ?vido y un difusor generoso de Salinger en las ?ltimas dos d?cadas, comenta que "ciertos libros, le?dos en cierto momento, convierten a sus lectores en miembros de una suerte de secta secreta. Eso pasa con los libros de Salinger, como con los de Julio Cort?zar o Henry Miller. Mucho m?s cuando el personaje est? rodeado de un mito tan potente. Ahora, cuando se desmigaja el mito, queda la literatura. En este caso, una mezcla artesanal, bien controlada, de pathos, emoci?n, dominio endemoniado de la t?cnica y una emocionalidad descarada que, por su sola falta de escr?pulos, es simplemente asombrosa".
Dicen que Jerry sigue escribiendo todos los d?as, inclusive hoy, a sus 85 a?os reci?n cumplidos. Debe ser algo digno de leerse, si no le perdi? la mano.
Foto: montaje con un par de las pocas fotografias conocidas del autor.
Salinger b?sico
NUEVA YORK, 1919. ESCRITOR.
Tres partes tiene la vida de Jerome David Salinger. La primera muestra a un adolescente enfrentado con su padre, un rico empresario jud?o que quer?a convertirlo en su sucesor. El cierre de la etapa lo da la Segunda Guerra, donde ve morir a decenas de sus compa?eros en Normand?a. La segunda fase es literaria, en la que el nombre de Salinger es inseparable de la novela corta de 1951 "El guardi?n entre el centeno" y la saga de la familia Glass: "Franny y Zooey" (1961), "Levantad, carpinteros, la viga maestra" y "Seymour: Una introducci?n" (de 1963). Varios de sus "Nueve cuentos" (1953) est?n entre los mejores de la producci?n literaria norteamericana. Y la etapa final ?que contin?a hasta hoy? se inicia en 1965, cuando se aparta del mundo (no da reportajes ni acepta fotos) y deja de publicar, aunque sigue escribiendo.
ME PARECE
La iniciaci?n
LUIS GUSMAN. ESCRITOR
En una ?poca, la literatura le daba nombre a las personas. Basta citar Cien a?os de soledad, que nos permiti? distinguir a los aurelianos y las amarantas. Es probable que los lectores extra?en esos personajes que con su nombre propio decid?an no s?lo un modo de vivir, sino de morir. Ante determinado acto, alguien pod?a decir: "me siento un Raskolnikov". La literatura argentina no abunda en ejemplos as?, aunque est?n Erdosain y, forzando el argumento, Funes. En los 60, la Maga de Cort?zar se inscrib?a en un modo de vivir. Este breve recordatorio cumple la funci?n de introducir a Holden Caulfield, protagonista de El Cazador oculto. Sin duda, la experiencia de Holden es una visi?n del mundo.
Es posible que El Cazador atrape siempre a los j?venes lectores por su car?cter de novela de iniciaci?n. Holden tiene un aire de h?roe tragic?mico sin perder por ello cierto tono ?pico. S?lo los j?venes conocen momentos as?. Y el humor ?cido del personaje registra esos momentos exagerados tanto en el entusiasmo como en el desencanto. El libro est? en la tradici?n de esas novelas de iniciaci?n donde la educaci?n del adolescente es un tema a tener en cuenta por la sociedad, por la familia y por ?l mismo. En esa l?nea se inscriben las vicisitudes de Jakob Von Gunten, de Walser, y las Tribulaciones del estudiante T?rless, de Musil, donde un interno se suicida.
En El cazador, el drama se desarrolla en el colegio Pencey, de Pennsylvania, que desde 1888 viene moldeando j?venes y los convierte en hombres brillantes. Holden se burla de las bondades de una instituci?n que busca garantizar un porvenir. En la novel?stica norteamericana se podr?a armar un circuito que va desde Gatsby a Quentin Compson a partir de la influencia que ejerce "la vida claustral".
Holden nos sumerge en un mundo donde el misterio es iniciaci?n. Nos recuerda que tambi?n para los hombres perder la virginidad es algo dram?tico. Y que con la sexualidad comienzan los malentendidos. "El sexo es lo que no se entiende", exclama perplejo Holden. Y ese malentendido produce su modo de hablar, hacer chistes y cuestionar el mundo adulto hasta la injuria.
EL PERSONAJE OCULTO
Veleidades de un escritor de clausura
Es un poco desconcertante, pero prueben imaginarlo: si Holden Caulfield viviera hoy, tendr?a 69 a?os. Tanto o m?s desconcertante es evocar el misterio alrededor de Jerome David Salinger, su autor y alter ego, a quien la fama ?una fama buscada, seg?n han podido reconstruir sus laboriosos y sufridos bi?grafos? que le depar? ese primer libro le provoc? semejante n?usea que hoy, 51 a?os despu?s, todav?a le dura.
Pero empecemos desde el principio. Salinger naci? el primer d?a del a?o 1919, hijo de madre irlandesa llamada Mar?a que hab?a sido actriz y que cambi? su nombre por el de Miriam cuando se cas? con Solomon. Sol era un jud?o importador de quesos. La familia viv?a en un hermoso apatamento del Upper East Side de Manhattan, y recib?an cada tanto la visita de los Hermanos Marx.
El joven Jerry no era un gran estudiante, pero s? seguramente precoz. Quiz? para diciplinarlo ?si bien Jerry ten?a clara inclinaci?n al teatro y la literatura?, sus padres lo mandaron a un colegio militar, el Valley Forge, donde obtuvo calificaciones fam?licas. Pero no perdi? el tiempo y aprovech? para tomar notas mentales (Valley Forge es el modelo de Pencey, el colegio de Holden Caulfield). Cuando termin?, Sol le propuso a su hijo trabajar en la empresa familiar y lo mand? de viaje a Austria y Polonia para aprender el negocio. Jerry fue, pas? cinco meses en Europa, pero se neg? a trabajar con Sol. De regreso, en 1938, coquete? un tiempo con el teatro pero se inclin? definitivamente por la literatura. Seg?n la descripci?n de su bi?grafo Ian Hamilton, J.D. era entonces un muchacho con aire de indulgente superioridad, enteramente convencido de su destino de escritor. Empez? a publicar en "Esquire" y "The New Yorker" espor?dicamente y se anot? en Ursinus College, de Pennsylvania, esperando ganar tiempo ante su familia. En la revista del campus escrib?a cr?ticas de cine (detestaba a Shirley Temple; admiraba a Mickey Roonie), y practicaba el tono Caulfield: "Cuando haces una cosa demasiado bien, al cabo de un tiempo si te descuidas, empiezas a alardear de ello". Por esa ?poca sali? con Oona O'Neill, la hija del dramaturgo Eugene O'Neill y una belleza famosa (con su amiga Gloria Vanderbilt, hac?an un d?o de beldades brillantes). Cuando la chica, poco despu?s, contrajo matrimonio con Charles Chaplin (entonces, de 54 a?os), J.D. se deprimi?. Se alist? voluntariamente en el ej?rcito durante la Segunda Guerra, en inteligencia. Particip? en el desembarco en Normand?a y, seg?n comenta su hija Peggy en "Dream Catcher" (su libro de memorias, bastante amargas, sobre la vida con su padre), J.D. tuvo que interrogar a agentes de la Gestapo. La experiencia de la guerra lo afect? mucho. Contrajo matrimonio con una m?dica francesa, con quien ?aseguraba? ten?a una fuerte relaci?n telep?tica?. Duraron 8 meses.
De regreso a los Estados Unidos, al fin lleg? su hora. Empez? a publicar regularmente relatos en "The New Yorker" (pagaban ?dos mil d?lares! por relato), e integraba el n?celo de los escritores relevantes de su generaci?n. En 1951, sus esfuerzos por ser un profesional de la escritura daban resultados visibles. Se public? en libro "El guardi?n entre el centeno" y en seguida fue un suceso. Al a?o siguiente, J.D. confes? en una entrevista que estaba muy contento porque el ?xito de la historia de Caulfield empezara a decrecer. Error: el suceso de la novela se sostuvo en un promedio de 250 mil ejemplares anuales. En 1968 fue proclamado uno de los 25 libros m?s vendidos desde 1895.
Algo de todo esto hizo explosi?n en Salinger, quien a fines de ese mismo a?o se llam? a silencio. S?ndrome de Rimbaud, impulso Bartleby y tambi?n pol?tica del ?xodo, como dir?an hoy los militantes autonomistas; s?lo que la defecci?n no es del Estado sino, primero y sobre todo, del mercado y los medios de comunicaci?n, de la fama, la mediocracia y el star system. El discurso espiritualista es s?lo el color m?s bien ocasional del ant?doto contra el sinsentido, la falsedad y la siniestra "normalidad" que debe haber sentido Salinger en la pax americana de los a?os 50.
Veamos la secuencia de cerca. Corre 1952. Salinger le recomienda a su editor brit?nico que trate de editar a Sri Ramakrishna. Falta una d?cada para la explosi?n orientalista de la Costa Oeste y hace apenas cuatro a?os que el primer texto de Suzuki se tradujo al ingl?s. Cuando Salinger abraza la religi?n de Oriente, por llamarla de alg?n modo, a?n no era moda. Desde su regreso de la guerra, ?l estaba buscando "poder decir algo de verdad". En el invierno de 1952-53, estaba trabajando en "Teddy", un relato de los "Nueve cuentos" sobre un ni?o "iluminado" de fe reencarnacionista. Esa misma temporada se busc? un refugio en Nueva Inglaterra. Lo encontr? en Cornish, New Hampshire y se mud? el d?a de su cumplea?os de 1953. Hab?a encontrado un hogar.
Desde aqu? en m?s, la historia es brev?sima y se conoce apenas por dichos. Jerry permanece oculto y dispara perdigones a quien se quiera meter en su peque?o mundo privado. Vegetariano, fan?tico de la medicina homeop?tica, se dice que fue un espor?dico adepto de la iglesia de la cientolog?a. Le gustan las jovencitas. A una de ellas, una estudiante de 19 a?os que hab?a publicado un buen cuento, le escribi? en 1970 una carta aconsej?ndole no ceder a los atractivos peligros de la fama. Ella ?se llamaba Joyce Maynard? se fue a vivir con ?l, y permaneci? nueve meses. Treinta y pocos a?os despu?s, juzg? que la vida pod?a convertirse tambi?n en dinero y escribi? sus memorias, y vendi? sus cartas, y obtuvo el dinero que necesitaba para mandar a sus tres hijos a la universidad. Jerry, en tanto, sigue all?, inexpugnable: se dice que es un televidente entusiasta (era fan de Dinast?a) y que escribe todos los d?as. Que tiene una quincena de novelas sobre la saga de los Glass sin publicar y que no piensa darlas a conocer.
Curioso: desde los 44 y hasta los 85 a?os reci?n cumplidos el pasado 1? de enero, Salinger devino el m?s afamado literato de clausura que conoci? la sociedad del espect?culo. No el m?s esquivo. Thomas Pynchon le gana, porque no se dej? fotografiar jam?s y porque en vez de retirarse a un refugio en la agreste colina ?y convertirse as? en un blanco m?s atrayente que una taza de miel para las moscas?, decidi? no salir jam?s del laberinto intrincado de Nueva York y se volvi? inhallable. Aun as?, alguna fibra ?ntima de Jerry Salinger debe sonre?r por su doble triunfo. F.C.
ME PARECE
El maestro oscuro y sutil
PABLO DE SANTIS. ESCRITOR
Recuerdo que el primer libro que compr? de Salinger fue Levantad, carpinteros, la viga maestra. Ten?a 16 a?os y lo encontr? en una librer?a escondida en una galer?a de Primera Junta. No sab?a qui?n era Salinger; el t?tulo me llam? la atenci?n, y tambi?n que no tuviera texto en la contratapa (m?s tarde me enterar?a de que ?sa era una de las tantas man?as del escritor). "Aunque parezca muy desordenado, creo que deber?a insertar aqu? un p?rrafo para responder a un par de preguntas embarazosas. En primer lugar ?por qu? segu?a sentado en el auto?" Esa fue la frase que le? y me conquist?, al punto de que a?n la recuerdo. Ese ligero desacomodamiento con respecto al mundo se extiende a todos sus protagonistas. El secreto de su escritura tal vez est? en la absoluta familiaridad con la que trata la absoluta extra?eza.
Aunque su personaje m?s conocido es Holden Caufield, protagonista de El guardi?n en el centeno, es Seymour Glass quien ocupa el centro de su narrativa. Tiene la misi?n de unir a trav?s de su investidura de enigma regiones distantes, y su delicado fantasma pasa de Levantad, carpinteros a Un d?a perfecto para el pez banana y a Franny y Zooey, los relatos dedicados a la familia Glass. Seymour es el maestro pero tambi?n el suicida; el que vive la historia pero tambi?n el que introduce la atemporalidad de los relatos zen; el hermano mayor pero tambi?n el ni?o eterno. Buena parte de la obra de Salinger es una meditaci?n sobre los mensajes que deja este maestro oscuro: inscripciones en el vidrio de un ba?o, cartas interminables o par?bolas orientales.
La constante apelaci?n de Salinger al lector es quiz? lo que m?s ha envejecido, y lo que m?s estragos ha hecho en el campo de la imitaci?n involuntaria. Por detr?s de esta facilidad de comunicaci?n, queda el Salinger m?s sutil. Prefiero, entre sus p?ginas, Levantad, carpinteros (el regreso de Buddy Glass de la frustrada boda de su hermano Seymour, que dej? plantada a la novia) y su extraordinario cuento El hombre que r?e, una melanc?lica reflexi?n sobre el arte de narrar y sobre el gobierno absoluto que algunos cuentos ejercen en la infancia..."
Fuente: Revista ?, Clarin.com
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