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Misterio e intriga de principio a fin... curiosidades, hechos bizarros e increibles, lo "paranormal": todo lo diferente a la cotidianeidad tiene lugar en esta bitacora de fenomenos e interrogantes de dificil respuesta... porque ¡aún no hemos perdido la capacidad de asombro!

martes, diciembre 09, 2003

El padre espiritual de todos los detectives de la ficción: Vidocq.

"...PERSONAJE: LLEGA EL VIDEO SOBRE EL LEGENDARIO VIDOCQ

La historia del hombre de las dos orillas

Fue maestro, pirata, estafador y tahúr. Después, se pasó a la policía y creo la Sureté. Su historia se reproduce en una producción de 21 millones de dólares y el rostro de Gerard Depardieu.

Aníbal M. Vinelli.
ESPECIAL PARA CLARIN

La edición en video de Vidocq, que tuvo una producción de 21 millones de dólares y el protagónico de Gérard Depardieu, aunque lejos de la rigurosidad biográfica, permitirá revisar la colorida figura de un personaje influyente en campos tan diversos como la investigación criminal o ciertas enormes obras literarias. Hay antecedentes fílmicos y televisivos que se basaron en este personaje y autores literarios de fama mundial utilizaron sus andanzas para personajes que, literariamente, son aún más grandes que el original.

LA PELICULA

Aun en terrenos que él ni siquiera sospechó, hasta la más mínima mención de su nombre habrá de involucrar algún superlativo. Así, Vidocq (Francia, 2001), que no se estrenará en los cines argentinos y por estos días aparece aquí en DVD y VHS, se promueve como "el primer largometraje rodado íntegramente en video de alta definición", con cámaras Sony CineAlta HD 24-P. Y con una estética si se quiere audaz, ya que tanto el uso del color como la reconstrucción de escenarios —uno y otros inspirados por las pinturas del simbolista Gustave Moreau (1822-1898)— lucen, al decir de alguna crítica, "agresivos y oscuros como el pecado". Elección deliberada: el pecado es uno de los ejes centrales del relato.

En el guión de Jean-Christophe Grange, que comparte la autoría con el director debutante Pitof, otrora supervisor de efectos especiales de Alien: Resurrección, Delicatessen y La ciudad de los niños perdidos, Vidocq, pese a ser el nombre del filme, es menos el protagonista que un anticlímax inicial y la excusa para lo demás. Abrevando en el añejo sabor del folletín por entregas, el personaje Vidocq (Gérard Depardieu), enfrenta un último desafío contra una misteriosa personalidad criminal, El Alquimista, que puede o no ser humano y que indudablemente posee poderes increíbles. Así, el héroe pierde y se sumerge en el abismo del que no se vuelve.

Pero la búsqueda del asesino y el afán de justicia (o venganza) será retomado por varios caracteres, a saber.

Etienne Boisset (Guillaume Canet, de Hijo único y Barracuda), es un periodista empecinado en escribir la biografía de Vidocq, para lo cual —a la manera de El Ciudadano— va entrevistando a quienes puedan aportar datos. Esos testigos, a su vez, sufrirán más de un destino violento.

Lautrennes, prefecto de policía, en alguna oportunidad despidió a Vidocq pero volvió a llamarlo porque "la monarquía está en peligro". Digno, altivo, Lautrennes parece hecho a medida para André Dussollier, de Conozco la canción, Tres hombres y un biberón, Un corazón en invierno y tantas otras.

Y el interés femenino —inevitable en un filme sobre Vidocq, mujeriego infatigable— se da por Preah, cortesana y bailarina, amiga del detective, que se aliará con Etienne. Y que estuvo a cargo de una conocida de la Argentina, Inés Sastre, de Un amor de Borges.

A un costo de 21 millones de dólares —muy elevado para un largometraje francés— Vidocq transcurre por callejuelas parisinas que, anteriores a las fastuosidades del Segundo Imperio, parecen arrancadas del Londres de Jack el Destripador, burdeles de cualquier categoría, fumaderos de opio, vírgenes secuestradas para terribles rituales y cartas amenazantes, mientras los cadáveres se suceden.

Vidocq, es, de cierta manera, la más reciente producción sobre el maestro policial, en una filmografía que incluye dos largometrajes franceses, de 1922 y 1938 (de Jean Kemm y Jacques Daroy respectivamente) y uno estadounidense, Vidocq, el bribón de París (A Scandal in Paris, 1946), con el elegante George Sanders y dirigido por otro maestro, éste del melodrama: Douglas Sirk. Y ya está en preproducción, para la Universal, The Vidocq Society, en torno a la auténtica asociación de científicos estadounidenses dedicados a resolver casos imposibles. A los que hay que sumar dos series televisivas, Vidocq (1967, con Bernard Noel) y Les nouvelles aventures de Vidocq (1971, con Claude Brasseur).

En esta última, indicio dejado al pasar, se incluía un siniestro criminal apodado El Alquimista...

EL VERDADERO VIDOCQ

Francois Eugéne Vidocq (1775-1857) nació un 23 de julio de 1775 en Arras, al lado de la casa de otro controversial vecino, Maximiliano Robespierre. Hijo de un panadero y de una madre distraída, enloqueció a las buenas monjas del colegio católico que pretendían educarlo. Y que coincidían en su bondad y honestidad naturales complicadas con una pasión indudable por la aventura y la intriga que lo atraían más que el catecismo y las ciencias naturales.

Se destacaba en esgrima hasta que a los 14 mató accidentalmente a su instructor y debió darse a la fuga, la primera de muchas. Se unió a un regimiento y en 6 meses había librado 15 duelos a sable o espada destruyendo a varios oponentes. Distinguido en los combates contra los invasores austríacos, fue promovido a cabo pero debió nuevamente escapar al golpear a un sargento. Volvió a Arras y al observar que unos soldados maltrataban a tres prisioneras nobles, castigó a los milicianos y liberó a las mujeres: encarcelado y a punto de ser guillotinado por ayudar a realistas, fue absuelto por gestión de su padre e intercesión del influyente amigo de éste, Chevalier.

Con una hija de Chevalier empezó a noviar y al declarar ésta que había quedado embarazada, fue obligado a casarse. Pero dos razones le hicieron romper su promesa: una, el embarazo era falso; dos, la joven lo traicionaba con un corpulento húsar.

Con un pasaporte falsificado arriba a Bruselas, alternando entre una baronesa rica y mayor y una banda de soldados duelistas y saqueadores. Entrando y saliendo de la cárcel constantemente, fue maestro, pirata, estafador y tahúr, experto en el disfraz y conocedor de todos los trucos del oficio delictivo.

A los 24, aparentemente aburrido, decidió cambiar de bando y se hizo espía de la policía, que por sus antecedentes lo aceptó con lógica desconfianza. Sin embargo, Vidocq probó reiteradamente su eficiencia y para 1811 había establecido un departamento de seguridad dentro de la fuerza, llamado la Sureté, que es todavía el nombre que utiliza la policía francesa. Para 1817 tenía bajo su mando a 12 hombres, la mayoría ex convictos, clave de un procedimiento que nunca abandonó: "Para atrapar a un ladrón —decía— hace falta otro". Ese año Vidocq y su tropa efectuaron 811 arrestos incluyendo a 15 asesinos y 341 ladrones.

Hacia 1828 el inquieto Vidocq se aburría nuevamente y ya fuese por esta razón o por los celos de sus rivales/colegas de la policía, renunció, se estableció con una imprenta —obvio decir, la mayor parte del personal ex presidiarios— y tomó como trabajo inicial la publicación de sus memorias. Que aparecieron bajo el título —tan largo, tan francés, tan siglo XIX— Las memorias de Vidocq, jefe de policía de la Sureté hasta 1827 y ahora propietario y fabricante de papeles de Saint Mandé.

Por haber pasado la mayor parte de su vida en la cárcel o escapando, Vidocq carecía de una educación formal y ello hace suponer que contó con escritores fantasmas. Pero sus memorias (en sí mismas no demasiado veraces pero llenas de colorido) fueron un éxito editorial en Francia e Inglaterra.

Ya por entonces, los observadores de buena voluntad reconocían en él a quien, descartando rutinas desorganizadas y arbitrarias, había creado una nueva entidad que hoy conocemos como investigación criminal. Introdujo el uso de prontuarios (con sistemas alfabéticos de tarjetas), la balística, la impresión de plantillas de huellas, obtuvo patentes de tinta indeleble y papel inalterable como un primer antídoto contra los falsificadores. Y todavía le quedará el supremo honor de fundar Les Bureau des Renseignements, una oficina de inteligencia que fue, en verdad, la primera agencia privada de detectives. Resultó un suceso tremendo, creándose una reputación y operando en los tiempos del rey Luis Felipe, años de especulación loca, obsesión por el dinero fácil y estafadores por doquier. También motivo de más de un disgusto al recibir acusaciones y nuevas prisiones, bajo cargos de chantajear a sus clientes. Pero influyendo en regiones tan remotas como los Estados Unidos, donde Allan Pinkerton creó su agencia de detectives de Chicago siguiendo el modelo de Vidocq.

Humanitario en incontables caridades y un amante de la buena comida, la bebida fina y las bellas mujeres, su salud y su fortuna se fueron extinguiendo y murió relativamente pobre.

Su mala fama pudo más que sus aciertos, al menos en un sentido: la posteridad oficial no fue agradecida para él y en su patria aún se extraña el reconocimiento de un busto o un monumento. Perdura, sin embargo, en otros territorios más valiosos.

IDOLO DE LA LITERATURA

Ya durante el transcurso de su vida, otro gigante que fisicamente (y por alguna desmesura) se le parecía bastante, fue su amigo y le dedicó —hablamos de Balzac— Un asunto tenebroso y más de una referencia en otras obras. Y no sería el único.

Muchísimos autores de fama mundial utilizaron sus andanzas para personajes que, literariamente, son aún más grandes que el original. Y que hacen que, así sea de rebote, aún aquellos que ignoran a Vidocq, igualmente lo conocen mediante páginas impresas y de un modo que el detective hubiera amado: bajo falsas identidades.

Tanto el prófugo Jean Valjean como el implacable inspector Javert de Los miserables, fueron modelados por Victor Hugo sobre el contorno de Vidocq.

Edgar Allan Poe se refiere a sus métodos en Los crímenes de la calle Morgue, Charles Dickens lo menciona en Grandes ilusiones y Herman Melville lo cita en Moby Dick.

Y por fin —concluyendo la síntesis de una nómina que es mucho más extensa— no existiría el más grande de los detectives privados sin los antecedentes —adecuada palabra— del maestro de los investigadores. Sir Arthur Conan Doyle nunca negó que muchas de las facetas inconfundibles del formidable Sherlock Holmes —el método analítico, los disfraces, el rigor científico y la envidia policial aunque no la misoginia— le debían bastante a Francois Eugéne Vidocq.


OPINION

El perseguidor perseguido

Jorge Aulicino.
jaulicino@clarin.com

Todo lo que se diga de Francoise Vidocq puede ser verdad o mentira, o ambas cosas al mismo tiempo, porque ¿cuál sería el criterio de verdad para juzgar los hechos de un formidable mitómano a quien la posteridad le siguió la corriente? Una cosa es cierta: Vidocq creó, puede decirse, la criminalística moderna y la literatura criminal.

Si Victor Hugo se inspiró en Vidocq para inventar al prófugo, mártir y por fin filántropo Jean Valjean, de Los Miserables, y a la vez a su impávido perseguidor, el inspector Javert, es porque Vidocq era las dos cosas: un hombre seco y tenaz en su oficio; inteligente, metódico y casi inhumano, y un perseguido. La diferencia con Valjean es que el convicto Vidocq disfrutaba de la buena vida y no aparecía ante los ojos de la gente como presa de una Justicia que victimizaba a los pobres.

La película de Pitof muestra más bien el aspecto patibulario de Vidocq en la figura de Gerard Depardieu, quien compone a un rústico dotado de una sagacidad notable. Para pintar el París posbonapartista, el director eligió tonos sombríos, que por momentos convierten la ciudad en un paisaje que podría llarmase "las bodegas del capitalismo", digno de ilustrar tanto una publicación ácrata de fines del siglo XIX como una ficción pesimista del futuro. En ese paisaje sucede lo que muchas veces ha tentado la pluma de los escritores de ficción policial (veáse Poe, o El sabueso de los Baskerville, de Conan Doyle): la irrupción de lo sobrenatural. De hecho, la percepción de que la lógica es un desafío a fuerzas indomables, indescriptibles e irracionales acompañó al naturalismo y al positivismo europeos.

El Vidocq de Pitof se enfrenta con degenerados contantes y sonantes, pero también con algo que no es más que magia. Y aun así, la magia es razonada por el creador de la criminología, y vencida de un modo rudimentario pero científico. ¿Qué oponer, en efecto, a un ser cuyo rostro es un espejo? Si tiene la respuesta a esta pregunta, ya sabe el final de la película..."

Tomado de: Clarín.com
 
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