Mas sobre este filosofo que estoy empezando a descubrir...
"... Cultura y Nación
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Sábado 30 de agosto de 2003
Más información
UNA LECTURA DE SU OBRA
El ser humano no es un animalito insatisfecho
Sus reflexiones en un estilo claro lo convirtieron en un autor destacado de la "filosofía práctica"
ROXANA KREIMER.
André Comte-Sponville es uno de los más interesantes renovadores del pensamiento francés contemporáneo. Profesor de la Sorbona, este antiguo alumno de la Ecole Normal Supérieur entiende a la filosofía como un arte de vivir que no aparece disociado de los problemas más inmediatos de la vida cotidiana, en contraste con quienes la identifican con la erudición fútil que parece imitar a una mala traducción del alemán. En la modernidad, gran cantidad de filósofos han cultivado un lenguaje oscuro y abstruso que desvinculó a la filosofía de la sociedad y ganó el favor de quienes adoran venerar lo que no comprenden ("Enturbian las aguas para que parezcan profundas", escribió Nietzsche en relación a ellos).
Todo lo que no encaje en esa matriz de espinas suele ser catalogado como una "simplificación abusiva" propia de fast-thinkers, o pensadores express. Estos prejuicios hacen que buena parte de las personas crean que la filosofía es una disciplina abstracta e inútil, carente de toda relevancia a la hora de reflexionar sobre la vida y la sociedad.
Comte-Sponville forma parte de un movimiento que desde hace unos veinte años aspira a que la filosofía no sea exclusivamente una disciplina académica, hiperespecializada y tributaria de un culto fetichista a la personalidad. Este movimiento es identificado con la tradicional denominación aristotélica de filosofía práctica e incluye una serie de fenómenos tales como el éxito editorial de gran cantidad de libros de filosofía, entre los cuales los del propio Comte-Sponville ocupa un lugar destacado —en particular su Pequeño tratado de las grandes virtudes, traducido a dieciocho idiomas—. Estos reflexionan sobre cuestiones éticas como el sufrimiento, el deseo, los modelos diversos de bienestar, la muerte, el amor, las pasiones y las virtudes. Actualmente París y Buenos Aires ofrecen varias modalidades de Café Filosófico, espacios para la reflexión compartida.
Desarrollado en Pequeño tratado de las grandes virtudes, en Tratado de la desesperanza y la felicidad, y en La felicidad, desesperadamente, uno de los ejes de la obra de Comte-Sponville es su crítica a la concepción platónica del deseo como ausencia, presente en Schopenhauer, Sartre y la profusa literatura psicoanalítica. Al igual que Gilles Deleuze, pero con una prosa más grata, Comte-Sponville no entiende el deseo como el signo de una ausencia sino como la plenitud que surge en la alegría del goce. El ser humano no es un animal insatisfecho para quien la felicidad siempre transcurre en la vereda de enfrente. Es posible disfrutar de un paseo, de un buen plato de comida o de la compañía del ser amado porque su existencia nos colma de alegría y no porque querríamos estar en otra parte, mendigos de un placer que se escurre entre las manos. Junto a Spinoza, Comte-Sponville encuentra que "amar es alegrarse", y con ello tira por la borda la exaltación del sufrimiento que el cristianismo, el amor cortés y el romanticismo instalaron en las concepciones del amor hegemónicas en occidente. La felicidad consiste en disfrutar de nuestros bienes presentes, sostiene, y por ello en Invitación a la filosofía (2000) critica en forma radical la idea de esperanza, a la que define como un deseo referido a lo que no depende de nosotros. Este cuestionamiento, con el que se aleja del cristianismo para acercarse a una perspectiva budista, no implica la renuncia a proyectar el futuro sino de reivindicación de la voluntad, que es aquello que nos impulsa a actuar.
En sus restantes obras —Una educación filosófica (1989), Valor y verdad, estudios cínicos (1994), Impromptus (1996), La sabiduría de los modernos (1998, en colaboración con Luc Ferry), y en El amor, la soledad (2000), se suma al debate sobre el materialismo, el humanismo, la libertad, el tiempo, el amor, los fundamentos de la ética, la religión, el feminismo, el arte y la sociedad mediática.
A los 50 años Comte-Sponville es considerado uno de los filósofos más representativos de la escena francesa, para la que recupera la prosa clara y distinta del cartesianismo, a contramano de algunos de sus contemporáneos, a quienes no duda en referir una pregunta retórica de Montaigne: "¿Quién ha cambiado a la filosofía, quién le puso esa máscara pálida y horrible?".
Kreimer se graduó en Filosofía. Su último libro es Filosofía para la vida cotidiana. Su Consultoría Filosófica, grupos de estudio y autoayuda, son un pequeño fenómeno de popularidad..."
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Sábado 30 de agosto de 2003
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UNA LECTURA DE SU OBRA
El ser humano no es un animalito insatisfecho
Sus reflexiones en un estilo claro lo convirtieron en un autor destacado de la "filosofía práctica"
ROXANA KREIMER.
André Comte-Sponville es uno de los más interesantes renovadores del pensamiento francés contemporáneo. Profesor de la Sorbona, este antiguo alumno de la Ecole Normal Supérieur entiende a la filosofía como un arte de vivir que no aparece disociado de los problemas más inmediatos de la vida cotidiana, en contraste con quienes la identifican con la erudición fútil que parece imitar a una mala traducción del alemán. En la modernidad, gran cantidad de filósofos han cultivado un lenguaje oscuro y abstruso que desvinculó a la filosofía de la sociedad y ganó el favor de quienes adoran venerar lo que no comprenden ("Enturbian las aguas para que parezcan profundas", escribió Nietzsche en relación a ellos).
Todo lo que no encaje en esa matriz de espinas suele ser catalogado como una "simplificación abusiva" propia de fast-thinkers, o pensadores express. Estos prejuicios hacen que buena parte de las personas crean que la filosofía es una disciplina abstracta e inútil, carente de toda relevancia a la hora de reflexionar sobre la vida y la sociedad.
Comte-Sponville forma parte de un movimiento que desde hace unos veinte años aspira a que la filosofía no sea exclusivamente una disciplina académica, hiperespecializada y tributaria de un culto fetichista a la personalidad. Este movimiento es identificado con la tradicional denominación aristotélica de filosofía práctica e incluye una serie de fenómenos tales como el éxito editorial de gran cantidad de libros de filosofía, entre los cuales los del propio Comte-Sponville ocupa un lugar destacado —en particular su Pequeño tratado de las grandes virtudes, traducido a dieciocho idiomas—. Estos reflexionan sobre cuestiones éticas como el sufrimiento, el deseo, los modelos diversos de bienestar, la muerte, el amor, las pasiones y las virtudes. Actualmente París y Buenos Aires ofrecen varias modalidades de Café Filosófico, espacios para la reflexión compartida.
Desarrollado en Pequeño tratado de las grandes virtudes, en Tratado de la desesperanza y la felicidad, y en La felicidad, desesperadamente, uno de los ejes de la obra de Comte-Sponville es su crítica a la concepción platónica del deseo como ausencia, presente en Schopenhauer, Sartre y la profusa literatura psicoanalítica. Al igual que Gilles Deleuze, pero con una prosa más grata, Comte-Sponville no entiende el deseo como el signo de una ausencia sino como la plenitud que surge en la alegría del goce. El ser humano no es un animal insatisfecho para quien la felicidad siempre transcurre en la vereda de enfrente. Es posible disfrutar de un paseo, de un buen plato de comida o de la compañía del ser amado porque su existencia nos colma de alegría y no porque querríamos estar en otra parte, mendigos de un placer que se escurre entre las manos. Junto a Spinoza, Comte-Sponville encuentra que "amar es alegrarse", y con ello tira por la borda la exaltación del sufrimiento que el cristianismo, el amor cortés y el romanticismo instalaron en las concepciones del amor hegemónicas en occidente. La felicidad consiste en disfrutar de nuestros bienes presentes, sostiene, y por ello en Invitación a la filosofía (2000) critica en forma radical la idea de esperanza, a la que define como un deseo referido a lo que no depende de nosotros. Este cuestionamiento, con el que se aleja del cristianismo para acercarse a una perspectiva budista, no implica la renuncia a proyectar el futuro sino de reivindicación de la voluntad, que es aquello que nos impulsa a actuar.
En sus restantes obras —Una educación filosófica (1989), Valor y verdad, estudios cínicos (1994), Impromptus (1996), La sabiduría de los modernos (1998, en colaboración con Luc Ferry), y en El amor, la soledad (2000), se suma al debate sobre el materialismo, el humanismo, la libertad, el tiempo, el amor, los fundamentos de la ética, la religión, el feminismo, el arte y la sociedad mediática.
A los 50 años Comte-Sponville es considerado uno de los filósofos más representativos de la escena francesa, para la que recupera la prosa clara y distinta del cartesianismo, a contramano de algunos de sus contemporáneos, a quienes no duda en referir una pregunta retórica de Montaigne: "¿Quién ha cambiado a la filosofía, quién le puso esa máscara pálida y horrible?".
Kreimer se graduó en Filosofía. Su último libro es Filosofía para la vida cotidiana. Su Consultoría Filosófica, grupos de estudio y autoayuda, son un pequeño fenómeno de popularidad..."
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