Expedientes ALFA - OMEGA

Misterio e intriga de principio a fin... curiosidades, hechos bizarros e increibles, lo "paranormal": todo lo diferente a la cotidianeidad tiene lugar en esta bitacora de fenomenos e interrogantes de dificil respuesta... porque ¡aún no hemos perdido la capacidad de asombro!

sábado, mayo 29, 2004

Hacer humor con música suele ser espectáculo frecuente. Pero hacer de la música humor, resulta cuando menos insólito. Y mantenerse durante años en el medio, con la misma calidad y receptividad por parte de público y crítica, sencillamente extraordinario. Un nombre que es una referencia: Les Luthiers.

"...TEATRO: ENTREVISTA CON LES LUTHIERS

Los cinco grandes del buen humor

Se mudaron del Coliseo al Gran Rex y siguen siendo un fenómeno de taquilla. "Las obras de ayer (el refrito)" va por su tercera temporada. Aquí explican el secreto de su éxito y hablan del futuro de la agrupación.

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Gaspar Zimerman.
gzimerman@clarin.com

Sobre el escenario de un Gran Rex vacío, los cinco hombres de smoking están parados en círculo, reconcentrados como en una charla técnica. Acaban de terminar un ensayo: están preparando un nuevo número para, como de costumbre, colarlo de sorpresa en alguna función y medir la recepción. Entre todos suman 295 años y casi 37 como Les Luthiers, pero Carlos Núñez Cortés (61), Carlos López Puccio (57), Marcos Mundstock (62), Daniel Rabinovich (60) y Jorge Maronna (55) confiesan que las novedades los alteran. "Cada estreno nos lleva mucha adrenalina ?admite Maronna?, mucho susto, está recién aprendidita cada pieza, hay muchas cosas técnicas que tener en cuenta, y estar atentos a la risa del público, para ver qué pasa con esa obra que hace meses que estamos escribiendo".

Esa zona de incertidumbre es, de todos modos, pequeña: año tras año, el quinteto demuestra que tiene ganada la complicidad del público porteño. Desde el fin de semana pasado está presentando Las obras de ayer (el refrito) por tercer año consecutivo, ahora en el Gran Rex. Y agotaron las entradas en todas las funciones.

Se ve que no les temen a los maliciosos comentarios del estilo "están robando siempre con lo mismo"...

López Puccio: No. Es más: yo no descartaría que Les Luthiers pasara a ser en algún momento un espectáculo de clásicos. No como robo, sino con la propuesta usted viene a ver a Les Luthiers y verá lo mismo. Vendrán cada tres o cuatro años, pero evidentemente hay creaciones de Les Luthiers que siguen frescas y que, aunque la gente ya las ha visto y las tiene en dvd, se acerca al teatro y las disfruta como la primera vez.

Mundstock: Además, todavía no igualamos en cantidad las representaciones de La Traviata.

Transformarse en un espectáculo de clásicos, ¿tiene que ver con esa angustia que provoca cada estreno?

López Puccio: Por ahí sí. Qué sé yo... estamos grandes. Siempre el crear y el armar nuevos espectáculos produce una enorme carga de angustia y estrés.

Mundstock: Son amores distintos. Inventar cada vez algo nuevo tiene lo suyo, pero lo que sucede ahora es un maravilloso romance con miles de personas que vienen porque salen con la panza llena con lo que vieron. Esto nos resulta más cómodo que escribir algo nuevo; nos ahorramos un trabajo. Pero en este romance nuestro con las multitudes, casi diría que no tenemos derecho a no hacer esta antología.

¿Les sorprende que la gente se siga riendo con las mismas canciones?

Mundstock: No, nos halaga. Quiere decir que es un humorismo sólido y bien hecho. Igual, esto me recuerda a un chiste: "En la ciudad de Chicago es arrollado un individuo cada ocho minutos. ¡Pobre tipo!". No es el mismo público, se va renovando.

López Puccio: Asombra la proporción de jóvenes. Es notable: eran un 70 por ciento. Eso es público que se ha renovado, que antes no existía. No sólo que nos halaga, sino que nos beneficia.

Rabinovich: Es raro, porque la entrada es cara.

López Puccio: Es que son jóvenes y ricos.

En estos 37 años, ¿el público respondió de modo distinto según la época?

Mundstock: No depende de la época. Somos nosotros quienes hemos ido aprendiendo a hacerlo cada vez mejor. Sí influye que cada vez el público es más numeroso. Esas son las dos variables.

Rabinovich: El ámbito ha cambiado enormemente. De trabajar en salas para 50 personas, pasamos a lugares enormes: teatros para tres mil espectadores, plazas de toros... Eso influye muchísimo. A veces hay que poner pantallas para que la gente pueda ver.

Núñez Cortés: Y sacar los toros. Son muy molestos.

Puccio dice que están grandes. ¿Qué diferencia sienten en el escenario?

Rabinovich: El está grande.

López Puccio: Tenemos la suerte de que somos nuestros directores, guionistas y demás, por lo que con los años hemos ido haciendo pequeñas, sutilísimas adaptaciones. Donde decía "está saltando parado", ahora dice "está moviéndose apenitas, sentado". Hay un montón de ésas.

Mundstock: Lo que antes era una canción de cuna ahora es un tedéum.

López Puccio: Un réquiem.

Rabinovich: En lo vocal no hubo grandes cambios, es increíble. Cuando escribimos canciones, tienen el mismo registro que cuando teníamos 20 años.

Maronna: Aunque una crítica en España dijo: "Ahora tienen las voces cascadas".

Rabinovich: En lo físico se nota más: al final del merengue El negro quiere bailar, yo caía al piso. Me fui rompiendo todos los huesos y me fui operando... No puedo hacerlo más. También hacemos una sola función por noche.

Hace doce años interrumpieron la terapia de grupo que hacían...

Maronna: ¿Ya se nos nota? En su momento sentimos que cerrábamos un ciclo. Podríamos haber seguido; uno puede seguir aprendiendo cosas de sí mismo toda la vida. Pero a veces prefiere cortar

Mundstock: Y no aprender más.

Maronna: Nos vino muy bien en crisis importantes: muertes, separaciones, crisis creativas muy gordas. Ahora estamos más mayores, más sabios, y podemos manejarnos con cierta calma. No hay peligro grave para el grupo. En otras oportunidades sí, había que hacer algo porque si no desaparecía Les Luthiers.

La terapia grupal empezó en 1973, cuando se enfermó Gerardo Masana, fundador del grupo, quien moriría ese año. Otro momento difícil fue la desvinculación de Ernesto Acher, en 1987. Ninguno de los problemas de Les Luthiers se originó en la convocatoria de público: "Tenemos el vicio de que nos ha ido tan bien, que ya nada nos sorprende", se jacta Mundstock. ¿Ningún espectáculo fracasó?

"Espectáculo, no", responde Núñez Cortés, y explica: "A Rosario, donde generalmente estrenamos, llega un espectáculo de una calidad semejante a los anteriores. Pero es muy difícil competir con el anterior, porque después de un rodaje de dos o tres años, lo hacemos tan de taquito, que tenemos que enjugar una lágrima cuando baja. Sí hubo sorpresas desagradables con obras aisladas, que al probarlas descubrimos que la pifiamos o la gente no lo entiende. Entonces se intenta rescatarla modificándola o se la tira al tacho de basura".

Interrumpe Rabinovich para asegurar que casi no hubo descartes. "Por lo menos siete", retruca Núñez Cortés. Entonces los cinco se enfrascan en recordar viejos títulos y decidir si fracasaron o no: sobrevuelan nombres como Amami, oh, Beatrice, Orratorio de las ratas, Epopeya de los quince, Cardoso en Gulevandia... "En todo caso, si hubo siete, sobre un total de 150 es el cuatro por ciento", da por concluida la cuestión Rabinovich.

¿Qué explicación le encuentran a este crecimiento sostenido?

Rabinovich: Hay un montón de respuestas. La gente sigue descubriendo que se puede reír sin ver una grosería, una porquería o que le atropellen el buen gusto. Y el cambio de management: en los comienzos nos manejábamos de manera mucho menos profesional que en los últimos años.

Hace unos meses, Mundstock dijo que se acercaba el final de Les Luthiers. ¿Es cierto?

López Puccio: ¡Pará de decir eso, Marcos!

Rabinovich: Debe ser el otro motivo por el que viene tanta gente. Es una artimaña de Marcos.

Núñez Cortés: Claro: ¡apúrense que se van!

Mundstock: Es la típica frase fuera de contexto. Dije que estamos grandes, y que estamos más cerca de la salida que de la entrada. Las giras nos cansan, y en algún momento el cuerpo no nos va a permitir seguir. Y dije, sí, que alguna vez pensamos en cortarla.

Núñez Cortés: Y que por ahí el próximo espectáculo es el último. Si el año que viene estrenamos, estará en cartel en Buenos Aires tres años, hasta el 2007. Ahí empezaría a girar por España, durante tres o cuatro años. Y antes tenemos que hacer allá Las obras de ayer. Entonces llegamos al 2010, 2011, 2012... ¡Para esa época algunos tendremos 70 años!

Rabinovich: Otros estaremos muertos.

Núñez Cortés: Así que podés ir diciendo que, según los cálculos optimistas, en diez años vamos a terminar.


El porqué de una mudanza

Ya era una tradición que, en Buenos Aires, Les Luthiers se presentara en el Teatro Coliseo. El grupo llevaba 25 años consecutivos actuando ahí y lo consideraba su segundo hogar. "A veces estoy en el centro y tengo ganas de ir al baño... y me vengo al Coliseo", bromeaba Núñez Cortés. Esta temporada, el grupo dio el gran salto y se trasladó al Gran Rex: de una sala con 1.750 butacas a una de 3.200. "Ahora a mis amigos les digo vengan a vernos, pero no a nosotros sino al público. Es maravilloso", dice Mundstock. Núñez Cortés admite que dudaban sobre la venta de entradas: "Teníamos mucho miedo, había un gran suspenso. ¿Irá toda esa gente a vernos? Y los de mal agüero decían si va la misma cantidad que al Coliseo, el Gran Rex va a verse vacío. Nadie apostaba a reventar el teatro, como está pasando". Rabinovich ya sueña con marcar un récord para el Gran Rex: "El dueño nos dijo que si hacemos las 38 funciones (NdeR: está previsto que sigan en cartel hasta el 8 de agosto), quedaríamos terceros, detrás de Chiquititas y David Copperfield".

¿Cambia la reacción del público? "Mucho. Es más que la cantidad: por encima de 1.618 personas empieza a haber otra química en el aire", bromea Mundstock. Y Núñez Cortés agrega: "Tiene que ver con el anhídrido carbónico que larga esa gente". López Puccio acota que la diferencia está en la proximidad: "Aunque es un teatro más grande que el Coliseo, estamos más cerca del público, y eso se respira". Para Mundstock, lo mejor es el recibimiento y la despedida: "Es un teatro panzón, con dos enormes bandejas, como una cancha. Los aplausos de entrada y de salida fueron impresionantes".

La mudanza al Gran Rex fue todo un operativo: veinte operarios ?todo ellos vestidos de smoking? colaboraron en la mudanza, que incluyó el traslado de los particulares instrumentos de Les Luthiers, como la guitarra dulce, el chelo legüero, el bass pipe a vara, el tubófono silicónico cromático, el latín y muchos otros.


Esos viejos grandes éxitos

Las obras de ayer (el refrito) está compuesta por ocho viejas canciones de Les Luthiers: El sendero de Warren Sánchez (1987), La balada del séptimo regimiento (89), El explicado (75), Pepper Clemens sent the messenger, nevertheless the reverend left the herd (83), Quien conociera a María amaría a María (87), San Ictícola de los peces (94), La hora de la nostalgia (89) y Cantata de Don Rodrigo Díaz de Carreras (78). El bis es el rap Los jóvenes de hoy en día. "Para seleccionarlas, estuvimos mucho tiempo mirando el repertorio y viendo tapes", cuenta Rabinovich. Y Maronna subraya que el único criterio fue "que fueran obras eficaces y diviertan a la gente".

¿Cómo lograr que las obras sorprendan, si ya son conocidas? "En una época ?cuenta Mundstock? teníamos la regla de que no se podían representar en el escenario obras que estuvieran grabadas en disco, porque supuestamente la gente ya se las sabía. Pero eso no sucede. Corríamos el riesgo de que dijeran uy, ya la conozco, pero este espectáculo funciona porque es de gran calidad". López Puccio añade: "Hay dos obras muy graciosas que la gente no recuerda, la de María y la del séptimo regimiento. Son eficacísimas y no las recuerdan".

Cada año, Les Luthiers se va de gira por España, donde representa un espectáculo anterior al que presenta en Buenos Aires. El próximo viaje por la península es el 24 de agosto y, aunque el trajín los cansa, los músicos dicen que nunca encararon seriamente la idea de armar un elenco paralelo, al modo de compañías como De la Guarda. "Buscamos gente que nos reemplazara a nosotros ?cuenta Rabinovich? y, salvo alguna excepción, no encontramos prácticamente a nadie. Lo que no hemos tratado de hacer, y quizás sea el camino, es armar un Les Luthiers de jovencitos, un grupo de chicos que pudieran imitar un espectáculo de la historia de Les Luthiers". Mundstock está en desacuerdo: "Yo fui reemplazado y, para horror de mi narcisismo, el espectáculo funcionó igual"..."

Tomado de: Clarín.
 
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