¡Al fin! Descubrimientos científicos hacen que los mitos de vampiros (Drácula inclusive) resulten útiles para nosotros, pobre mortales...
"...En la Argentina se producen 100.000 accidentes cerebrovasculares cada año
Nuevas terapias para el infarto cerebral
Consisten en enfriar al paciente, extraerle el coágulo o disolverlo con una proteína presente en la saliva de los vampiros
Actualmente, sólo el 4% de los afectados recibe medicamentos para destapar las arterias
Los tratamientos habituales sólo son efectivos dentro de las tres horas posteriores al evento
Bajar de 37° a 33° la temperatura del paciente, introducir en sus venas un diminuto dispositivo con forma de sacacorchos para extraer el coágulo que obstruye la circulación cerebral o, incluso, recurrir a una proteína de la saliva de los vampiros que impide que la sangre coagule son algunos de los métodos que están siendo probados en un intento por reducir la mortalidad de los accidentes cerebrovasculares (ACV) y sus secuelas.
La necesidad de buscar nuevas terapias se justifica no sólo por el elevado número de personas que cada año mueren en manos del llamado "infarto cerebral" -5,5 millones en todo el mundo-, sino por el ínfimo porcentaje que recibe tratamiento: menos del 4% en países como los Estados Unidos, que poseen centros especializados en su atención. ¿Por qué son tan pocos los que reciben tratamiento?
"La única droga aprobada para tratar el ACV -el activador de plasminógeno tisular o tPA, por sus siglas en inglés- debe ser administrada dentro de las tres primeras horas posteriores a la aparición de los síntomas, pero sólo el 20% de los pacientes llega a los centros médicos dentro de esta ventana terapéutica", dijo a LA NACION el doctor Werner Hacke, jefe del Departamento de Neurología de la Universidad de Heidelberg, Alemania.
De visita en Buenos Aires para participar del Simposio Internacional de Stroke (ACV, en inglés), Hacke y su colega norteamericano Randall Higashida, profesor de neurología de la Universidad de California, en San Francisco, ofrecieron un panorama sobre los tratamientos experimentales más prometedores, que pronto podrían incorporarse a la atención de este evento vascular que padecen 100.000 argentinos cada año.
Métodos experimentales
Los accidentes cerebrovasculares resultan de la interrupción transitoria del flujo sanguíneo que nutre los tejidos cerebrales, que puede ocurrir cuando una arteria que lleva sangre al cerebro se tapa (ACV isquémico, representa el 75% de los casos) o se rompe (ACV hemorrágico). La tasa de mortalidad oscila entre el 22 y el 25%, y nueve de cada diez personas que sobreviven padecen secuelas neurológicas, como la parálisis de un lado del cuerpo o la imposibilidad de caminar.
En un intento por superar la eficacia del tratamiento estándar, diversos estudios han demostrado la utilidad de administrar el tPA en el mismo lugar donde se produjo el ACV y no en el torrente sanguíneo, como es rutina.
"Esto no sólo da mejores resultados cuando se trata de ACV muy severos, sino que amplía la ventana terapéutica de tres a seis horas", explicó el doctor Higashida, quien señaló que esta terapia ya se emplea en muchos centros de Estados Unidos y Europa.
"En la Argentina también estamos aplicando el tPA en forma local en los casos en que el coágulo obstruye la principal arteria cerebral", agregó el doctor Conrado Estol, neurólogo vascular del Instituto Cardiovascular Buenos Aires (ICBA). El procedimiento consiste en llegar a la zona del ACV con un catéter, para liberar allí la droga que licuará el coágulo.
Los catéteres (ver ilustración) son el vehículo de otros dispositivos también experimentales para el tratamiento del infarto cerebral. Uno de ellos es un diminuto alambre recto que se hace llegar hasta el coágulo; el dispositivo lo atraviesa e inmediatamente toma la forma de un sacacorchos que extrae el tapón que obstruye la arteria que no había podido ser disuelto a fuerza de tPA.
Al ser removido, ¿no existe riesgo de que el coágulo se rompa y tape otras arterias? "Sí, pero este dispositivo es usado en pacientes que morirán si no se los trata", respondió Higashida, uno de los expertos con más experiencia en la técnica. "Estamos hablando de coágulos grandes que no responden al tPA", agregó Estol.
Otra alternativa terapéutica, también de carácter experimental, es bajar la temperatura del paciente. "La hipotermia es una gran idea -aseguró el doctor Hacke-. Cuando la temperatura corporal desciende, los procesos químicos cerebrales se vuelven más lentos, lo que permite ampliar la ventana temporal de tratamiento del paciente con ACV."
Por ahora, los problemas para llevar adelante este método -que consiste en introducir, catéter mediante, un dispositivo que enfría la sangre- son prácticos: "Bajar la temperatura corporal de 37 a 33° requiere alrededor de tres horas". Actualmente, se experimenta con cascos que sólo enfrían la cabeza del paciente.
De todos modos, señaló Estol, "hemos aprendido que sólo con evitar que la temperatura del paciente supere los 37° se reduce el peligro de secuelas". El buen seguimiento del paciente evita que se produzcan efectos secundarios al stroke , como las infecciones, que ocasionan un aumento de la temperatura que empeora el cuadro original.
Por último, el tratamiento más curioso (y quizá más prometedor) es el uso de una proteína presente en la saliva de ciertos murciélagos, capaz de disolver coágulos que no responden al tPA. Como explicó Estol, "el vampiro sudamericano Desmodus rotundus posee una proteína (la desmoteplasa) que permite que al morder una vaca la sangre salga continuamente sin coagularse".
Según un estudio realizado en Australia, una versión de esta proteína elaborada mediante ingeniería genética permitió que pacientes con ACV obtuvieran un 70% de recuperación funcional contra un 20% en los pacientes que no la recibieron. "Al ser selectiva (se dirige al lugar donde hay un coágulo) presenta un menor riesgo de hemorragias que el tPA, y además puede ser usada dentro de las nueve horas posteriores al evento."
Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
Guía para pacientes y familiares
Síntomas: debilidad de la cara, brazos o piernas (que afectan generalmente a un lado del cuerpo); problemas para hablar; confusión; problemas de visión con uno o ambos ojos; dificultad para caminar. La aparición repentina de uno o varios de estos síntomas son señales de alarma que indican la necesidad de llamar a la ambulancia o concurrir a un centro médico de inmediato.
Diagnóstico: más allá del diagnóstico clínico, una tomografía computada permite distinguir si de lo que se trata es de un ACV hemorrágico o isquémico.
Tratamiento: la forma isquémica puede ser tratada con tPA dentro de las tres primeras horas posteriores a la aparición de los síntomas del ACV..."
Tomado de: La Nación.
"...En la Argentina se producen 100.000 accidentes cerebrovasculares cada año
Nuevas terapias para el infarto cerebral
Consisten en enfriar al paciente, extraerle el coágulo o disolverlo con una proteína presente en la saliva de los vampiros
Actualmente, sólo el 4% de los afectados recibe medicamentos para destapar las arterias
Los tratamientos habituales sólo son efectivos dentro de las tres horas posteriores al evento
Bajar de 37° a 33° la temperatura del paciente, introducir en sus venas un diminuto dispositivo con forma de sacacorchos para extraer el coágulo que obstruye la circulación cerebral o, incluso, recurrir a una proteína de la saliva de los vampiros que impide que la sangre coagule son algunos de los métodos que están siendo probados en un intento por reducir la mortalidad de los accidentes cerebrovasculares (ACV) y sus secuelas.
La necesidad de buscar nuevas terapias se justifica no sólo por el elevado número de personas que cada año mueren en manos del llamado "infarto cerebral" -5,5 millones en todo el mundo-, sino por el ínfimo porcentaje que recibe tratamiento: menos del 4% en países como los Estados Unidos, que poseen centros especializados en su atención. ¿Por qué son tan pocos los que reciben tratamiento?
"La única droga aprobada para tratar el ACV -el activador de plasminógeno tisular o tPA, por sus siglas en inglés- debe ser administrada dentro de las tres primeras horas posteriores a la aparición de los síntomas, pero sólo el 20% de los pacientes llega a los centros médicos dentro de esta ventana terapéutica", dijo a LA NACION el doctor Werner Hacke, jefe del Departamento de Neurología de la Universidad de Heidelberg, Alemania.
De visita en Buenos Aires para participar del Simposio Internacional de Stroke (ACV, en inglés), Hacke y su colega norteamericano Randall Higashida, profesor de neurología de la Universidad de California, en San Francisco, ofrecieron un panorama sobre los tratamientos experimentales más prometedores, que pronto podrían incorporarse a la atención de este evento vascular que padecen 100.000 argentinos cada año.
Métodos experimentales
Los accidentes cerebrovasculares resultan de la interrupción transitoria del flujo sanguíneo que nutre los tejidos cerebrales, que puede ocurrir cuando una arteria que lleva sangre al cerebro se tapa (ACV isquémico, representa el 75% de los casos) o se rompe (ACV hemorrágico). La tasa de mortalidad oscila entre el 22 y el 25%, y nueve de cada diez personas que sobreviven padecen secuelas neurológicas, como la parálisis de un lado del cuerpo o la imposibilidad de caminar.
En un intento por superar la eficacia del tratamiento estándar, diversos estudios han demostrado la utilidad de administrar el tPA en el mismo lugar donde se produjo el ACV y no en el torrente sanguíneo, como es rutina.
"Esto no sólo da mejores resultados cuando se trata de ACV muy severos, sino que amplía la ventana terapéutica de tres a seis horas", explicó el doctor Higashida, quien señaló que esta terapia ya se emplea en muchos centros de Estados Unidos y Europa.
"En la Argentina también estamos aplicando el tPA en forma local en los casos en que el coágulo obstruye la principal arteria cerebral", agregó el doctor Conrado Estol, neurólogo vascular del Instituto Cardiovascular Buenos Aires (ICBA). El procedimiento consiste en llegar a la zona del ACV con un catéter, para liberar allí la droga que licuará el coágulo.
Los catéteres (ver ilustración) son el vehículo de otros dispositivos también experimentales para el tratamiento del infarto cerebral. Uno de ellos es un diminuto alambre recto que se hace llegar hasta el coágulo; el dispositivo lo atraviesa e inmediatamente toma la forma de un sacacorchos que extrae el tapón que obstruye la arteria que no había podido ser disuelto a fuerza de tPA.
Al ser removido, ¿no existe riesgo de que el coágulo se rompa y tape otras arterias? "Sí, pero este dispositivo es usado en pacientes que morirán si no se los trata", respondió Higashida, uno de los expertos con más experiencia en la técnica. "Estamos hablando de coágulos grandes que no responden al tPA", agregó Estol.
Otra alternativa terapéutica, también de carácter experimental, es bajar la temperatura del paciente. "La hipotermia es una gran idea -aseguró el doctor Hacke-. Cuando la temperatura corporal desciende, los procesos químicos cerebrales se vuelven más lentos, lo que permite ampliar la ventana temporal de tratamiento del paciente con ACV."
Por ahora, los problemas para llevar adelante este método -que consiste en introducir, catéter mediante, un dispositivo que enfría la sangre- son prácticos: "Bajar la temperatura corporal de 37 a 33° requiere alrededor de tres horas". Actualmente, se experimenta con cascos que sólo enfrían la cabeza del paciente.
De todos modos, señaló Estol, "hemos aprendido que sólo con evitar que la temperatura del paciente supere los 37° se reduce el peligro de secuelas". El buen seguimiento del paciente evita que se produzcan efectos secundarios al stroke , como las infecciones, que ocasionan un aumento de la temperatura que empeora el cuadro original.
Por último, el tratamiento más curioso (y quizá más prometedor) es el uso de una proteína presente en la saliva de ciertos murciélagos, capaz de disolver coágulos que no responden al tPA. Como explicó Estol, "el vampiro sudamericano Desmodus rotundus posee una proteína (la desmoteplasa) que permite que al morder una vaca la sangre salga continuamente sin coagularse".
Según un estudio realizado en Australia, una versión de esta proteína elaborada mediante ingeniería genética permitió que pacientes con ACV obtuvieran un 70% de recuperación funcional contra un 20% en los pacientes que no la recibieron. "Al ser selectiva (se dirige al lugar donde hay un coágulo) presenta un menor riesgo de hemorragias que el tPA, y además puede ser usada dentro de las nueve horas posteriores al evento."
Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
Guía para pacientes y familiares
Síntomas: debilidad de la cara, brazos o piernas (que afectan generalmente a un lado del cuerpo); problemas para hablar; confusión; problemas de visión con uno o ambos ojos; dificultad para caminar. La aparición repentina de uno o varios de estos síntomas son señales de alarma que indican la necesidad de llamar a la ambulancia o concurrir a un centro médico de inmediato.
Diagnóstico: más allá del diagnóstico clínico, una tomografía computada permite distinguir si de lo que se trata es de un ACV hemorrágico o isquémico.
Tratamiento: la forma isquémica puede ser tratada con tPA dentro de las tres primeras horas posteriores a la aparición de los síntomas del ACV..."
Tomado de: La Nación.
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